La Voz de Guipuzcoa, 1890-04-27
El rumor que consignamos en nuestro número anterior de que no había regresado al puerto de Pasajes una lancha con cinco hombres, adquirió ayer por la mañana gran incremento.
Se aseguraba en nuestra ciudad que no era sola aquella embarcación, sino alguna más las que faltaban de la matrícula de Pasajes.
Deseando averiguar lo que hubiera de cierto, nos trasladamos al vecino puerto, y allí encontramos desgraciadamente confirmada alguna parte del rumor que motivaba nuestro viaje.
En el tranvía ya encontramos quien nos dijo que efectivamente una de las lanchas que salieron a la pesca tripulada por cinco hombres no había regresado y se temía que hubieran perecido durante el temporal.
Llegamos a Pasajes, y una vez en aquel punto pudimos adquirir mayores detalles de la desgracia que hoy aflige a aquella población, pues cinco familias de las avecindadas en aquel grupo de casas lloran la pérdida de algún ser querido, que contribuía con los productos de su ruda faena al sostenimiento de su hogar.
He aquí los detalles, que después de varias conferencias con distintas personas, hemos logrado averiguar.
El viernes a la una de la mañana salieron en una embarcación, de las conocidas con el nombre de potín, Valeriano Pérez, patrón; Esteban Bengoechea, José Bengoechea, Eugenio Puy y Dámaso Bazquezo.
El mar a la hora que aquellos abandonaron la bahía estaba magnífico; nada hacía presagiar un temporal tan desecho como el que se desarrolló algunas horas después.
Al mismo tiempo que ésta, otras embarcaciones salieron del puerto, pero todas tuvieron la fortuna de regresar en buen estado, sin que sufrieran ninguna pérdida; sólo el potín a quien nos referimos, no entró cuando los demás, y a la hora en que escribimos estas líneas continúa ignorándose la suerte la suerte que haya tenido, aunque es de suponer, dado el tiempo transcurrido que la embarcación haya naufragado y sus tripulantes hayan perecido.
Este triste resultado se tiene como seguro en todo el pueblo de Pasajes de San Juan de donde eran vecinos los pescadores. En todas las casa de aquella villa se lamenta el triste fin que estos han tenido, y se compadece a sus familias que quedan en el mayor abandono.
Según nos participaron en el vecino puerto a las ocho y media de la mañana del viernes, cuando regresaban todas las lanchas, se creía que el potín de Valeriano Pérez, por su capacidad, aunque no había llegado, podría resistir aquella mar, no obstante lo fuerte que era entonces. Otras embarcaciones mucho más pequeñas arribaron al puerto con facilidad, si bien alguna tuvo necesidad de ser auxiliada, pero la de Pérez no llegó siquiera a la vista del puerto.
Pasada la mañana y viendo lo mucho que tardaban en regresar, se telegrafió a Fuenterrabia y de aquel puerto contestaron que no había entrado ninguna embarcación de Pasajes.
Entonces las sospechas de que hubiera ocurrido una desgracia se hicieron más vehementes; las familias de los tripulantes comenzaron a darse cuenta de la pérdida que habían sufrido y la generalidad fue creyendo que los marinos habían perecido.
Esta creencia se afirmó más y más cuando los tripulantes de algunos barcos de pesca que entraron por la noche de arribada en la bahía de Pasajes, participaron que a algunas millas de la costa habían visto remos, velas y los cascos de cuatro embarcaciones que flotaban invertidas con la quilla al aire
Los náufragos
Eran, como todos los marinos de nuestra costa, honrados y valientes. Con el producto conseguido en la pesca, sostenían a sus familias que hoy quedan en la mayor miseria y abandono, si la caridad no atiende solícita a su socorro.
Valeriano Pérez
Es patrón del potín naufragado; tenía 33 años, era casado y deja cuatro niños, el mayor de doce años, además de una anciana, madre de su esposa.
Ayer visitamos la casa en que se albergan estos desventurados. La impresión que causaban aquellos cuatro niños, jugando y sin comprender la terrible desgracia que les afligía; aquella esposa enferma por el pesar ocasionado por la muerte de su marido, y la pobre anciana prodigando consuelo cuando también ella los necesitaba, formaban un conjunto que enternecía y atraía hacia aquella familia para mitigar en lo posible el pesar que la dominaba.
Esteban Bengoechea
Es el único de los que tripulaban la barca naufragada que no era natural de Pasajes de San Juan, aunque allí había estado desde muy pequeño; tenía 37 años, era viudo y deja una hija de 15 años.
José Bengoechea
Era hermano del anterior, de 32 años, casado, y deja dos hijos de corta edad.
Dámaso Bazquezo
Era casado de 29 años y deja dos hijos de muy corta edad.
Todas estas familias han quedado en la mayor miseria; los náufragos eran los únicos que atendían a su sostenimiento y faltando éstos, como el único patrimonio de que disfrutaban era el escaso jornal que la pesca les proporcionaba, quedan a merced de las almas caritativas que quieran contribuir a aliviar su aflictiva situación
Un detalle
Según se nos dijo era la tercera vez que los cinco salían en esta barca a la pesca de merluza y sólo aguardaban hacer otros dos o tres viajes para deshacer la sociedad y hacerse cada uno patrón de su lancha correspondiente. También nos dijeron que Puy y José Bengoechea era el segundo viaje que hacían en aquella lancha.
Opinión pericial
Los marinos calculan que cuando ocurrió el desgraciado accidente el potín estaría a unas 15 millas próximamente de la costa, y la mayoría de las opiniones coinciden en que los tripulantes tendrían algún descuido en la vela y como el vendaval era furioso volcaría la embarcación.
Otra opinión es la de que no armarían la vela y regresarían a remo cuando les sorprendió el temporal, y una ola destruiría la barca.
Pesquisas inútiles
El cuñado de uno de los náufragos, creyendo que éstos estarían refugiados en Socoa, se trasladó ayer a aquel puerto, único si no es Fuenterrabia a que podrían haber arribado, pero desgraciadamente en Socoa sólo consiguió encontrar una nueva decepción y la pérdida de una esperanza, puesto que en aquel punto no se había visto ninguna embarcación procedente de Pasajes.
El vigía
A muchas personas escuchamos ayer en el vecino puerto lamentarse de que en el semáforo no se colocase ninguna señal, indicando el regreso de las lanchas de pesca que luchaban con el mar y el viento.
Los marinos, por esta causa, no pudieron apercibirse del peligro que corrían sus compañeros o parientes a nueve millas de distancia o en la entrada del puerto, pues más de una embarcación hubo en las puntas en peligro de naufragar.
Un rasgo de energía
Cuando regresaba a puerto una de las lanchas que estaba tripulada por tres hermanos naturales de Pasajes, estuvo en gran peligro. Tres veces habían visto llena de agua la embarcación, y otras tantas habían conseguido achicarla con grandes esfuerzos. Estaban rendidos por la fatiga, cuando el temporal arreció; una montaña de agua se precipitó sobre la pequeña barquilla y la llenó de agua hasta las bordas, los tripulantes consideraron imposible su salvación; la lancha se hundía, soltaron los remos y ya se despedían de la vida y se abandonaban a la suerte cansados de luchar, cuando el más joven de los tres hermanos, con enérgicas frases, animó a los otros dos y entre todos lograron achicar de nuevo la embarcación, y poniendo mano a los remos, consiguieron llegar hasta las puntas desde donde fueron remolcados por la lancha de atuaje de San Juan.
Para las familias de las víctimas
También se decía ayer que el ayuntamiento de Pasajes, en la sesión que hoy celebre, abrirá una suscripción para las familias de los náufragos.
La idea es digna de aplauso y honra a aquellos que la lleven a cabo.
También se decía ayer, aunque no con carácter oficial, que de Fuenterrabia faltaba una lancha con algunos hombres, cuyo paradero, como el de los de Pasajes, se ignora.
Otros decían que la embarcación aludida había tomado puerto cuando ya se consideraba por todos como perdida. Celebramos poder confirmar esta última parte de la noticia
NOTICIAS
Desgraciadamente se ha confirmado el rumor que ayer circuló por nuestra ciudad, de haber perecido uno de los tripulantes del Mamelena número 5.
Cuando regresaba de arribada a Pasajes, un golpe de mar arrebató de la cubierta al cocinero, joven de 18 años natural de Bermeo, que hacía poco tiempo formaba parte de la tripulación del mencinado barco en calidad de temporero.
Este desgraciado estuvo hace dos años al servicio de la comandancia de este puerto.
Todos los esfuerzos que realizaron sus compañeros para conseguir el salvamento del náufrago fueron inútiles, puesto que el cuerpo del infortunado marino desapareció al momento entre las aguas, sin que volviera de nuevo a aparecer.