El Día, 1933-03-19
Cortajarena, buen muchacho y excelente cantante. De lo primero podemos dar testimonio en cualquier parte; de lo segundo lo dará él bien cumplido hoy desde el escenario del Victoria Eugenia.
Sus poderosas facultades de «bajo» las conocen bien todos os que han seguido de cerca las actuaciones del Orfeón Donostiarra.
Cortajarena, como Eceiza y como Arregui –el trío pasaitarra– ha cuajado su personalidad en la popularísima agrupación.
— ¿Desde cuándo empezó en usted la fición al canto? –-preguntamos de sopetón al bravo mutil de Pasajes en un descanso del ensayo.
— Eso fue en mí instintivo. Empecé a cantar desde muy muy pequeño. Mi primer director fue Don Gelasio Aramburu ha educado para el arte a tantos muchachos cuya voz se hubiera malogrado definitivamente si no fuera por la abnegada labor del inteligente y meritísimo sacerdote.
— ¿Ha pertenecido usted mucho tiempo al Orfeón Donostiarra?
— Diez años consecutivos he pertenecido a él, tomando parte en todos los conciertos y representaciones por él organizadas. Fue (…) el llorado Esnaola, quien después de Don Gelasio Aramburu se tomó un decidido interés por educar mi voz e iniciarme en el canto.
— ¿Cuál es la obra de mayor volumen en que usted ha intervenido?
— Con el Orfeón Donostiarra canté Maitena en San Sebastián y en varias poblaciones francesas.
— ¿Ha cantado usted antes Txantxon Piperri?
— La canté una vez en Deva. Por cierto que allí tenía el papel de Maritxu la tiple Telesfora Berasaluce, que es hoy mi esposa. Cantamos juntos y allí se inició nuestro noviazgo
— Por eso cantará usted con más gusto esta obra.
— Yo pongo siempre todo mi entusiasmo en el papel que tengo que cantar. Figúrese usted si habré tomado en serio lo de hoy, que hace ocho días que no fumo.
Como el reporter es gran fumador sabe bien todo lo que representa este sacrificio y asegura bajo su palabra a los lectores que sólo por eso, si no fuera además por sus merecimientos artísticos, merece Cortajarena sus más cálidos aplausos.