La Unión Vascongada, 1898-09-17
En las primeras horas de la noche de ayer ocurrió, frente al puerto de Pasajes, en la jurisdicción de Alza, un sangriento suceso.
Serían las siete y media de la noche cuando los vecinos de la llamada Casa Grande, lindante de la carretera, donde se halla instalado el telégrafo público, creyeron percibir distintamente voces venidas del caserío Miramarca en demanda de auxilio.
Interpretadas de distinta manera, pues quien se figuró se referían a un incendio, suposición fácil de creer dado el fuerte viento Sur reinante a aquellas horas, y quien representaba allá en su mente desgracias producidas en la vía férrea por el tren 2.044 que acababa de salir con dirección a San Sebastián; lo cierto es que la alarma cundió rápidamente y gran número de personas acudió al sitio donde las voces partían, mientras otras gentes se encargaban de avisar a las autoridades.
Allí acudió nuestro redactor-corresponsal en el vecino puerto, y he aquí los detalles que del hecho nos comunica:
“Rosa Sein, casada con el capataz del Puerto de Pasajes, señor Uranga, tenía al parecer, con un su hermano Ignacio Sein, obrero que se ocupaba en los trabajos del almacén de vinos de los señores García e Hijos, resentimientos anteriores originados por cosas de familia.
Habíalos dado ya Rosa al olvido por creerlos insignificantes, cuando al salir del caserío Miramarca a donde con dos hijos de corta edad se había dirigido en busca de leche, se encontró a su hermano Ignacio, que apostado esperaba en el camino.
Increpó éste a aquella duramente, y al notar que desde el caserío, habitado también por sus parientes, su conducta afeaban, puso fin a la disputa que él había promovido, arrojando a tierra a Rosa a tiempo que le hundía una navaja de pequeñas dimensiones en el cuerpo.
Duraba aún tan sangrienta faena cuando acudió atraído por los gritos de la Rosa y en defensa de ésta otro individuo, Antonio Iraeta , casado, de 30 años y obrero del almacenista D. Pedro Lardy Chapuis.
Tiene el Antonio dos niños de corta edad. habita el caserío donde el suceso se produjo y está casado con una cuñada de la Rosa.
Verle Ignacio, dejar a Rosa, a quien brutalmente golpeaba, y abalanzarse a él navaja en mano, fue cosa de un momento.
Antonio huyó en un principio, mas no tanto que evitara ser alcanzado, derribado a tierra también por el Ignacio y herido con ensañamiento en diferentes partes del cuerpo.
Pedro Arrocha acudió a prestar socorro a Antonio; sostuvo titánica lucha con Ignacio Sein para evitar que consumara el crimen; logró desarmarlo, no sin antes recibir también una herida en la mano derecha, pero al fin el agresor se desasió del que le sostenía y ayudado por la oscuridad de la noche pudo escapar a campo traviesa, internándose en la montaña con dirección a Alza.
No hubo ya más que pensar que en prodigar los auxilios a los heridos y a prestárselos acudieron solícitos y presurosos el alcalde de Alza D. Ramón Aulestiarte, y el médico del barrio de San Juan, D. José María Casares, entre otros.
La primera cura fue practicada a los heridos en el caserío Miramarca, y desde allí fue conducida en una silla la Rosa a la casa en que habita.
He aquí las heridas punzantes y penetrantes todas que presentan:
Rosa Sein: una en el tercio inferior del muslo izquierdo y otra en la cara externa parte superior del mismo muslo de seis centímetros de profundidad por seis de extensión.
Su estado revela algún cuidado.
Antonio Iraeta: una en el tercio inferior del muslo izquierdo, otra en la parte interna tercio superior del mismo muslo, otra en la región inguinal, otra penetrante en el hipocondrio, otra en el costado izquierdo, otra en el brazo del mismo lado y otra en el antebrazo.
Su estado no es muy grave.
La navaja con que fueron causadas las heridas es de cortas dimensiones, tiene mango de asta y la hoja no excederá de siete centímetros de longitud.
Á esto se debe la relativa poca gravedad de las heridas.
La conducta que heridos y agresor han observado siempre, fue muy buena.
El cabo de la guardia civil del Puesto de San Pedro, D. Quirino Escobar, acompañado del individuo del mismo instituto Deogracias Ortega, llegaron al sitio del suceso momentos después de haber ocurrido.
Inmediatamente se presentó al jefe de línea de Irún, primer teniente D. Lino Novoa Pérez que en Pasajes se encontraba, y acompañado de los guardias Gumersindo Bellazo y José Sáez y del cabo Escobar, salió en persecución del agresor.
Este, que habita en el caserío Oleta, no ha sido habido. Parece que la fuga le fue facilitada por parientes suyos.
Los heridos le designan como verdadero autor.
El cabo de miqueletes D. Miguel Vidaurreta y dos números del mismo cuerpo acudieron también al sitio del suceso, marchando luego en busca del agresor.
Supónesele a éste refugiado en las montañas.
El juzgado instruye diligencias