Los Tres Pasajes, nº 12, 1954

ANCHO, A LOS PIES DE SAN FERMIN

Ya está aquí­ Julio, con sus dí­as largos, con su detonante claridad estival y esa ingenua alegrí­a pueblerina, í­ntimamente misteriosa, prometedora de inefables e infinitos encantos y satisfacciones, únicos, originales, acaso desconocidos…
Flota en al ambiente pegajoso como un aire de perpetua fiesta, cuya respiración emborracha el ánimo, comunicándole esa serenidad interior de verse amplia y seguramente protegido.
Pasajes hace unos dí­as que comenzó las fiestas patronales de sus tres distritos.
Desde S. Luis a esta fecha –luego San Juan y San Pedro, ahora S. Fermí­n– casi no han cesado las loas y los panegí­ricos, las músicas y las ferias, los oficios religiosos y los actos profanos de honesta aunque bulliciosa alegrí­a popular. Y tras San Fermí­n vendrán Nuestra Señora del Carmen, patrona de la gente de mar, y Santiago, aquel del caballo blanco de la batalla de Clavijo, patrón de España…
La gente se expansiona y divierte, y sus abogados celestes velan de continuo por ella, recomendándola a la infinita misericordia del que todo lo puede. Porque el pasaitarra es bueno de sentimientos y de actos, es cumplido y laborioso y sabe encomendarse a Él con toda devoción cuando lo que espera, anhela o desea está fuera del área de las humanas posibilidades…
Como ayer, y como mañana otra vez, en los otros distritos de nuestra Villa por los celestes embajadores de la respectiva advocación, flota hoy sobre todas las cosas bellas de este de Ancho un fervor popular susceptible de ser palpado en loor y alabanza eternos de este bendito San Fermí­n de sus devociones y esperanzas.
Y antes de enfrascarse en el barullo de músicas y de ferias corren a postrarse a sus pies para decirle:
«San Fermí­n, seamos contigo. En esta hora de discordias, inquietudes y polémicas, coge en tu mano el timón de esta insegura nave y condúcela hacia ese infinito de paz y de bondad que todos apetecemos.