Los Tres Pasajes, nº 16, 1958
La brisa menuda que viene del mar parece abrirnos, cada día, la flor del prodigio de nuestra voluntad, y llega a nuestros corazones iluminándolos de una divina sencillez.
De esta misma forma llega a los pasaitarras el deseo de alabanza a nuestro San Fermín.
Cuando con prioridad –¡oh, venturoso mes de Julio!– te asomas a nuestros corazones, alejas nuestro misterioso aire de aventura, y la claridad veraniega torna a ser sobre las cosas más fría y exquisita, de una pureza insospechada de inocencia antigua, brindándonos la gracia clara de su intimidad novenaria.
…¡SAN FERMIN! A tu ensalmo, empieza a surgir, sobre los viejos palos, lo ondulante esbeltez de los gallardetes y el ingenuo grito de los farolillos, y bajo tu seno se produce en Pasajes, en el alma de tu ciudad, un silencio apretado con pianos y pájaros, el milagro de una fe y un delirio venturoso.
En el corazón de todos los pasaitarras se ha levantado, de súbito, un dorado fervor, una alegría piadosa de liturgia casera, estremecida de salves:
Desde la torre de tu Iglesia hasta la Bahía hay un arco angelical, que ya en él agua, ya en el pararrayos, adquiere tonalidades nazarénicas, y las estrellas más íntimas a nosotros nos derraman como una lluvia de flores. Como si tus ojos estuvieran siempre alertas a este paisaje…
La ciudad tiene ya una fuerte respiración inocente y devota. A veces, por una callejuela de soledades, nos llega la frescura de la arboleda, las estuvieran siempre alertas a este paisaje…
La ciudad tiene ya una fuerte respiración inocente y devota. A veces, por una callejuela de soledades, nos llega la frescura de la arboleda, las estiradas brisas del mar; y esta sensación que nos sube al azul infinito del cielo, es una sensación de amor… quizás, como un canto de alabanza, entre campanas y suspiros.
Aquí estamos un año más, entre polvo y sudor de nuestra frente y de nuestro corazón.
Es hora de inquietudes y polémicas y necesitamos de tu alegre mirada.
Ordena a los vientos, aparta la discordia y posa tu mano poderosa sobre el timón inquieto de tu pueblo.
Pasajes está a tus pies, para amarte y sentir todos como el renacer de la primavera al sentir nuestra alma pura y en gracia de. Dios.
Lunas de muerte nos acechan en la noche y tenemos miedo…
Danos una rosa de paz, y que la buena voluntad de los hombres se cuaje, para bien de todos, en el equilibrio del mundo…
Martínez de Pasajes