La Unión Vascongada, 1898-06-03
En la vecina villa de Pasajes ocurrió ayer un triste y deplorabilísimo suceso. Un obrero de la Sociedad de aquel puerto que por su honradez e intachable conducta granjeabase la simpatía de todos aquellos habitantes, fue víctima de un accidente en el trabajo cuyos funeatísimos resultados han acarreado la pérdida de su existencia.
He aquí los detalles del suceso:
Ramón Damborenea, casado, de 67 años de edad, habitante de Lezo y empleado en la Sociedad del puerto de Pasajes en calidad de barrendero, hallábase sobre las 11 de la mañana de ayer ocupado frente a los almacenes llamados de Etchart, en la misión que le tenían desde hace mucho tiempo confiada, de limpiar las vías.
Habíalo ya hecho en una de las secciones de la vía 9ª y esperaba convenientemente apartado en lugar que creía seguro al paso de dos vagones cisternas que, maniobrando por aquel sitio iban dirigidos; cuando al pasar por frente á él, sintió Damborenea desvanecimiento que al dar con su cuerpo en tierra lo hizo tan poco afortunadamente que los vagones le arrollaron magullándole el brazo y muslo derechos.
Los obreros y empleados de la Sociedad que presenciaron el suceso acudieron inmediatamente que le vieron caer en auxilio del desvanecido, pero nada pudieron hacer ya en su favor, porque los vagones hicieron sin que nadie pudiera evitarlo su obra demoledora sobre el cuerpo del infeliz Damborenea.
Transportósele a la enfermería de la Sociedad donde el médico de la misma don Ricardo Urgoiti le practicó una cura provisional en los miembros heridos y la amputación del brazo derecho que horriblemente magullado pendía del hombro adherido solamente por ligeros ligamentos.
El destino tiene a veces señas crueles con los individuos a quienes escoje para víctimas. En este obrero parecía haberse señalado anunciándole 17 años ha el término fatal que hoy ha tenido. Ya en aquella fecha fue arrollado también por otro vagón de mercancías, habiendo necesidad entonces de amputarle la parte inferior de la pierna derecha que ayer acabaron de destrozar las ruedas de otro segundo vehículo.
Las heridas que ayer recibió fueron de tal naturaleza que el médico, vista su gravedad, desesperó desde los primeros momentos de salvarle.
En su vista, el dignísimo párroco del barrio de Ancho don José Lasquíbar, presentado en el lugar donde el herido se hallaba depositado, tan pronto como tuvo conocimiento de la ocurrencia le prodigó los auxilios espirituales y acompañó hasta el momento de ser trasladado el herido a su domicilio de Lezo, donde por expresa voluntad de la familia allí reunida fué llevado, prodigándole cariñosísimos palabras de consuelo.
Los santos óleos fueron administrados al herido por uno de los coadjutores de Alza.
Con muy pocas esperanzas de vida fue trasladado en una camilla el herido a Lezo, donde según nuestras noticias ha dejado de existir.