Los Tres Pasajes, nº 11, 1953
Pocos adivinarían que tras el aspecto de hombre serio, pero amable, se esconde ese torrente de gracia, que hace felices todos jueves a los niños que escuchan la Hora Infantil de Radio San Sebastián, los cuales, sin duda, se verían defraudados si conocieran al genial «mimo» en su vida privada.
Se verían defraudados, en principio; ya que estoy seguro que al rato de escucharle olvidarían su porte serio de hombre de negocios, para ver en él solamente al chistoso, ocurrente e indiscreto amiguito de los niños.
Por eso, no he vacilado en traer a las páginas de «Los Tres Pasajes» algo de su vida íntima que, relatada por el propio interesado, adquiere singular interés.
Le hemos despojado de su disfraz, hemos roto el muñeco, para satisfacer esa infantil curiosidad de saber qué tiene dentro, y ved el resultado de la «disección».
—Amigo «Topetín»: ¿eres donostiarra?
–Donostiarra, cien por cien, bautizado en la Catedral el 15 de Marzo de… un año cualquiera… Me llamo Julián Uría…
—¿Cómo fue el dedicarte a las tablas?
–Verás. Desde chiquitín me atraía, como a todos los niños, el circo, con sus payasos y sus humoristas. Más tarde, en lugar de desaparecer esta inclinación, cosa que hubiera sido normal, se arraigó en mí el deseo de entregarme totalmente a la vida artística.
—Tu trabajo ¿ha sido siempre humorístico?
–Hice de todo; pero mi fuerte ha sido siempre lo cómico, y con ello he rodado por esos mundos, hasta que senté cabeza aquí, en este simpático rincón de nuestra provincia, donde he organizado mi hogar y donde tantos y tan buenos amigos cuento.
—Pero, tú, querido «Topetín», no estás retirado ¿verdad?
–No, por Dios, ni lo estaré, mientras respire. Es mucha la afición, y aunque ello no representa mi «modus vivendi» actualmente, no dejo pasar las oportunidades que se me presentan de actuar ante el público. Por eso creé el personaje «Topetín», que semanalmente «chivatea» en Radio San Sebastián los defectillos de sus jóvenes radioyentes…
—Para terminar: ¿me cuentas algún «chivateo»?
–Mira, yo solo me «chivateo» desde el «micro» y siempre refiriéndome a los niños; pero hoy, voy a «chivatearme» a mi mismo, contándote lo que me ocurrió en una de las novilladas que se celebran aquí en Pasajes, durante las fiestas patronales. Se empeñaron unos amigos en que tenía que torear; y yo, pues ¡claro!, disimulando el «valor» lo mejor que pude, me puse delante del torete. Cito al toro con la izquierda, y el público, enardecido, grita: ¡Olé, con Arruza!. Otro pase y otra ovación: Olé, con Litri!. Otro más: ¡Olé con Pedrés!. Otro y… «Topetín» sale por los aires. La unanimidad fue completa, traducida en una exclamación general:
¡Olé, como un trapo!
Nicoska