Los Tres Pasajes nº 9, 1951
De esto hace algunos días. Revolviendo papelotes y fotografías, la imaginación me retrotrae a la ya lejana niñez en que, como pájaros libres, cometíamos un sin fin de travesuras en nuestro querido txoko. ¡Qué tiempos tan felices aquéllos! Malo es vivir de recuerdos, por ser la prueba de que han pasado tantos, ¡tantos años! que la nieve de nuestras sienes es huella del ayer lejano; pero el recordar, –como dijo algún poeta, viejo sin duda–, es volver a vivir, y… ¿por qué no gozar con el recuerdo feliz y abstraernos por unos momentos, sin pensar en dificultades, guerras y otras calamidades que Dios nos pone en el camino, para probarnos sin duda?
Pues bien, una de aquellas fotografías, que tenía mi hijita en sus manos, me puso en contacto con viejos amigos, niños entonces (algunos idos ya para el último viaje). Esta foto era la del equipo UNION CHIKI, en el cual jugábamos, entre otros, mi hermano Pedrín y un servidor.
La vida de este pequeño equipo transcurría dentro de los más estrechos límites económicos, puesto que con el real que pagábamos como cuota semanal, no llegaba ni para los más elementales gastos, y –claro está– el número de socios era el de jugadores, más el «mister», y con estos ingresos teníamos que hacer verdaderos dibujos para poder comprar un balón…
Pero tuvimos el primero de una forma muy original. En la campa donde jugábamos al futbol, frente a la fábrica de discos Pathé, tuve la suerte de encontrar un portamonedas con 20 pesetas y alguna calderilla, y de esta forma quedó resuelto el problema…
A San Sebastián, por un balón. Fuimos en el tranvía, con Motxo, como presidente, Martín Zabala (Q. P. D.) como secretario, y los demás, andando. Lo adquirimos en Casa Ayani por 18 ptas: éramos felices; nuestro sueño dorado convertido en realidad. Volvimos andando por Alza, pasándonos el balón de uno a otro; todos lo queríamos traer; nunca se me borrará de la memoria la ilusión de aquellos momentos; pero… ¡fue tan efímera nuestra dicha!… Nos esperaban con las uñas afiladas. ¡Había aparecido el dueño del dinero encontrado!
El monedero era de Seguis (Amat, el que jugaba en el Tolosa F. C.) que, como medida preventiva, nos quitó el balón, con lo cual parecía que terminaba nuestra más cara ilusión. Pero surgió el autor de mis días y abonó el dinero y con esto éramos doblemente felices. Dña. Guadalupe, madre de los grandes deportistas y buenos amigos Valentín, Andrés, Paquito y Pepe (actual entrenador del C. D. Hernani), era, por lo general, nuestro paño de lágrimas; ella nos adelantaba lo necesario y ¡cuántas veces le dejamos sin pagar! Que estas líneas sirvan de agradecimiento a tan excelente señora.
Como pudimos (sin duda otro golpe a Dña. Guadalupe), nos hicimos con camisetas, que compramos al desaparecido equipo «Alcartasuna», de Pasages de San Pedro, ya que, en nuestros sondeos para comprarlas a plazos a Huiro (D. Manuel Torres) no fueron por buen camino, pues él era muy vivo y nosotros muy bobos.
Nuestro equipo ya empezó a hacer pinitos por el «extrangero»; Jolastokieta, Zapiain, campo del Lagun Artea, en Rentería, fueron testigos de nuestras grandes hazañas, siendo la cumbre de éstas el vencer al famoso equipo de Hernani «El Trueno», compuesto por, muchachos mucho mayores que nosotros.
Por aquel entonces, en Ancho había varios equipos: Español Pasaitarra, Pasayako, Racing Alzatarra (éste, de Buenavista), «Sporting» (este equipo era flor de estufa, pues creo no llegó a jugar ningún partido) Atletic, etc. etc. y aunque parezca cosa de estos tiempos, tenían sus filiales o simpatías por determinados equipos de chavales. Nosotros teníamos hasta ¡entrenador! y nuestros protectores eran los del «Español».
En aquel ambiente balompédico, el «Pasayako» (gloria del deporte puro) organizó un torneo infantil entre los equipos de «Racing Chiqui», de Buenavista; Atletic, cuyos locales radicaban en casa de la Marta, los de Molinao y nuestro «Unión Chiqui» (que tenía sus locales en un arco de la Frontera junto a la herrería de Fermín).
Nuestro equipo lo constituíamos: Martín Zabala (Q. P. D.) Pedrín y Paco Cobos; Angelín, Santi Alquiza (Q. P. D.) Isidoro Sagasti, Eustaquio Berrondo (Q. P. D.) «Motxo», Ignacio Maiza (Q. P. D.), Ignacio Escamendi (Q. P. D.) y Antonchu Fernández. Como entrenador Ignacio Beristain, (Batatanero), también difunto.
Nos eliminamos con el «Atletic» de la Marta (Urchueguías, Galardi, Baldris, etc.), al cual vencimos, a pesar de la opinión de la mayoría, y llegamos a la final.
La «gran final» la jugamos contra el «Racing Chiqui» de Buenavista, en un ambiente en que la «torcida» (como ahora se dice) de ambos equipos, con sus gritos de ánimo, formaban un cuadro desconocido hasta entonces en aquellas lides. ¡Nunca nos habíamos visto jugando ante tanto público!.
La preferencia, en la Frontera; la general, junto al campo; y los audaces, en los tejados de la casa de «la Marta» y de la tonelería de Viles.
El aspecto era imponente. Las autoridades habían adoptado toda clase de precauciones ante posibles discordias y alborotos; Maiza y «Txantus» eran los encargadas de mantener el orden.
Arbitraba Valentín Martinez, bravo interior del glorioso «Pasayako», hermano de Andrés, jugador de nuestro equipo.
Algunos suspicaces pensaban en la posible, parcialidad del arbitro, pero… ya, ya.
Estaba reglamentado que los partidos fueran jugados sin botas; pero, en contra de lo dispuesto; algunos del Racing, Julián Iruretagoyena (Q. P. D.) y otros, salieron con las botas cedidas por sus mayores del «Racing Alzatarra».
Hubo protestas, pero como si nada. Comenzó el partido en un ambiente caldeado, más bien con dominio de nuestra parte; pero la gran labor del portero del Racing (Pelayo Rubio) y de su medio ala Badiola (Q. P. D.) hicieron que llegase el final del primer tiempo sin alteración en el marcador.
Llegado el segundo tiempo, y viendo la diferencia que había entre los que jugaban con botas y nosotros, decidimos ponernos las del «Español Pasaitarra», que galantemente nos ofrecían.
Cambió la decoración del partido. Las botas que a mí me correspondieron eran las del famoso medio centro Garrote (Fermín Sancho) que aunque hoy no existe mucha diferencia entre nuestras humanidades, entonces eran las botas de Goliat para David.
Dominamos, pero en una arrancada del «Racing», nos colaron un gol, que nos llenó de coraje, y a los pocos minutos conseguimos el empate de un gran chupinazo de Alquiza.
El empate nos dio ánimos y al mismo tiempo nos enervó, y especialmente a «Motxo», que se encaró con el árbitro, su hermano, y supongo que algo gordo le diría, cuando el bueno de Valentín le sacudió una buena «galleta».
Avanzado el tiempo y ya casi en las postrimerías, Maiza, de un cabezazo imponente, deshizo el empate y conseguíamos el campeonato.
Nuestra hazaña fue divulgada por el periódico de Tolosa Oria Deportiva, del cual era cronista nuestro buen amigo y gran deportista Efrén Barbeito.
En premio nos dieron un balón, que una vez en nuestro poder, vimos que era de tela impregnada de alguna sustancia consistente, y, nosotros, creyéndonos engañados, hicimos la gran ¡hombrada! de destrozarlo, pegarle fuego y echarlo a los locales del Pasayako, en los bajos de Beldarrain.
Con todo esto, mis recuerdos cariñosos para todos aquellos que intervinieron en tales acontecimientos y una oración para los que se fueron.
Angel González
Junio 1951