El Bidasoa, 1926-05-23
Como si fuese propia hemos celebrado la hazaña de los bravos jugadores pasaitarras. Al leer las reseñas de los emocionantes encuentros del campo de Torrero, nuestros pechos se han sentido agobiados por la impresión que causan las heroicidades de quienes lo sacrifican todo por un ideal. Pueden estar seguros los del Pasayako, que los iruneses hemos asistido con el máximo interés a la épica lucha sostenida por su valiente “once” para la conquista del campeonato nacional de la serie B, y que su rotundo éxito nos ha colmado de satisfacción y alegría.
Zubiri, el mecánico; Elizalde, el peón harinero; Zozaya, el oficinista; Mochelín, el moldeador; Mendia, el mecánico; Barbeito, el contable; Echeverria, el modestísimo peón; Gual, el sastre; Martínez, el panadero, y Zala, el tornero, se han hecho acreedores a figurar con letras de oro en la brillante historia deportiva de nuestra amorosa tierra guipuzcoana.
Admirable ejemplo de constancia y entusiasmo es el que acaban de dar los muchachos pasaitarras. El “once” de los empates, como le llama un importante y popular diario madrileño, ha demostrado que no solamente sabe contrarrestar el juego de sus contrarios, sino que con su entusiasmo rayano en la locura, como apunta otro periódico de Zaragoza, conquista para su pueblo la máxima gloria futbolística y con ella la admiración de muchos miles de españoles que siguen con singular interés estas contiendas.
¡Hurra por el Pasayako! Y al felicitar efusivamente al admirable club hermano, felicitamos también al pueblo de Pasajes por el brillantísimo triunfo alcanzado por sus simpáticos y bravos muchachos. ¡Gora pasaitarrak!