Gertakariak

EL TEMPORAL

El Guipuzcoano, 1890-04-27

Los naufragios de Pasajes

Hondamente impresionados con el conocimiento de la triste verdad regresamos ayer de Pasajes, donde acudimos con el afán de poner término a la cruel incertidumbre que nos embargaba igualmente que a los que sabí­an la noticia de que al anochecer de anteayer no habí­a regresado a aquel puerto una lancha con cinco tripulantes sorprendida por el temporal.
Trasladámonos a Pasajes de San Juan, de donde eran los tripulantes, y allí­ pudimos enterarnos de cuanto habí­a de cierto sobre el extremo que allí­ nos condujo.
¡La población marinera de Pasajes de San Juan cuenta, con efecto, con cinco ví­ctimas más, y en aquel puerto vierten lágrimas de dolor varias desconsoladas viudas y numerosos huérfanos!

La barca y los náufragos

Como en tiempos normales, en la madrugada de anteanoche dispusiéronse numerosas lanchas de Pasajes de San Juan y San Pedro, a sus tareas de alta mar.
Entre las lanchas de Pasajes de San Juan figuraba la trainera, mejor dicho el potin del patrón Valeriano Pérez, avezado marinero, hombre joven aún puesto que solo contaba 33 años.
En esta lancha embarcaban generalmente los asociados para la pesca, también marineros avezados, Esteban Bengoechea, su hermano José Bengoechea, el cuñado de éste Eugenio Puy y otro marinero llamado Dámaso Bazquezo. Los cinco, lanzando la lancha con esfuerzo común y verdadero empuje, salieron de Pasajes a la una de la madrugada, con tiempo sereno y mar tranquila. Ni un soplo, ni el más ligero picado en la superficie del mar, indicaba que muy pronto iba a sobrevenir sobre aquel rincón del Cantábrico tan temible huracán.
La lancha del patrón Valeriano Pérez dedicábase a la pesca de la merluza. Hácese ésta en las calas situadas a unas 15 millas de tierra, punto donde se supone haya ocurrido la terrible desgracia que hoy lloran tantos infelices huérfanos y tantas desconsoladas madres y parientes. La lancha o potin era de condiciones marineras excelentes, y al decir de los marineros con quien hablamos en Pasajes de San Juan, de verdaderas cualidades de resistencia.
Desde la cuatro de la mañana nadie se apercibió ya de la suerte que corrí­a el potin del patrón Pérez, porque ninguna de las demás lanchas llegaron más que a nueve millas de la costa; esto es, a tres leguas del puerto.
A las cinco de la mañana, como conocen nuestros lectores, desencadenóse repentinamente el furioso temporal, galerna que en pocas circunstancias ha surgido con tal rapidez y furia.
Desde media hora antes, un gran número de lanchas de San Pedro y San Juan, se dirigieron a fuerza de remo al puerto, con la mayor prontitud posible; más de una se vio sorprendida por la galerna, antes de llegar a la bahí­a.
Terminado el salvamento de las lanchas que se habí­an visto en peligro, pensóse en la que tripulaban los cuatro marineros y el patrón Valeriano Pérez. Pero ni los unos ni los otros la habí­an visto, y otro tanto manifestaron los tripulantes de los vaporcitos de pesca, que a fuerza de máquina ganaban sucesivamente el puerto.
Desde entonces la angustia fue grande y justificada; las mujeres de los marineros, cuyo regreso tanto se ansiaba, corrieron en primer término al templo para orar; luego vióseles correr ansiosas a los altos del vigí­a, para lograr adquirir siquiera una esperanza. ¡Pero todo fue en vano! ¡El mar se agitaba con terrible violencia y el huracán batí­a los pálidos semblantes de las pobres mujeres, haciendo más imponente el cuadro! ¡Anochecido ya, regresaron con el corazón contristado!
Circuló el rumor, esparcido no se sabe por quién, de que los cinco tripulantes habí­an podido refugiarse en Socoa; pero ni en la noche, ni ayer, tuvo confirmación éste rumor.
No puede dudarse que es una triste realidad lo que se suponí­a ocurrido, y que un drama desgarrador se ha desarrollado en alta mar. ¡Los cinco tripulantes del potin han debido ser presa de las fuertes olas, porque nada ha anunciado, ni por carta ni por telegrama, que hayan ganado puerto y por otra parte no es posible que una lancha pueda resistir un temporal tan terrible como el que se ha desencadenado en nuestra costa. ¡Cuán doloroso no para nosotros el tener que reconocerlo así­!

Las viudas y los huérfanos

No sin profunda emoción escribimos estas lí­neas. Impresionados aún por el espectáculo de tanta desgracia, nos conmueve el recuerdo del llanto que hemos visto verter a los individuos que constituyen las cinco familias de los desgraciados náufragos.
He aquí­ la enumeración de las familias que quedan sin amante y laborioso esposo; sin padres o sin parientes:
Valeriano Pérez, patrón de la lancha, de 33 años de edad, deja una inconsolable viuda y cuatro hijos pequeños, de los cuales el mayor tiene 12 años.
Esteban Bengoechea, pescador; deja una hija de 15 años. Era viudo y contaba 37 años.
José Bengoechea, hermano del anterior, contaba 32 años; deja una desgraciada viuda y dos hijos de tierna edad.
Eugenio Puy, cuñado del anterior, contaba 22 años; era soltero, pero sustentaba a un hermano pequeñuelo con el fruto de su trabajo.
Dámaso Bazquezo, de 29 años, deja una infeliz viuda y dos hijos pequeños.
¡Diez infelices quedan sin padre que los dirija y les proporcione sustento! ¡Tres viudas que apenas si podrán, con el fruto de su trabajo, proporcionarse para sí­ un mí­sero sustento! ¡Parte el alma el conocer tanta desdicha y tanto duelo!
El pueblo de Pasajes de San Juan ha pensado ya en el esfuerzo de todos para auxiliar a las desdichadas familias tan rudamente castigadas. En la sesión que hoy celebrará el Ayuntamiento de aquella villa, interpretando los deseos y sentimientos del pueblo todo, tiene el propósito, según ayer se nos manifestó, de encabezar una suscrición para socorrer a tan desgraciadas familias.
Seguros estamos de ello; la población de San Sebastián no negará su óbolo a tan caritativa empresa.

Fatalidades

La fatalidad tiene en el trágico fin de los desdichados tripulantes del potin no pequeña parte.
Con efecto; todos los náufragos verificaron su penúltimo viaje a bordo del potin y a las órdenes del patrón Valeriano Pérez. Tanto los hermanos Bengoechea como los demás, proponí­anse adquirir una lancha y dedicarse a la pesca por su sola y exclusiva cuenta.
En cuanto a Eugenio Puy y José Bengoechea, aún cuando avezados marinos, eran nuevos en la lancha del patrón Valeriano Pérez, en la que sólo efectuaban su último viaje, segundo de los que habí­an contratado.

El temporal de la costa

Cuadros de desolación como el que acabamos de describir, serán a no dudarlo, los que se vean a lo largo de la costa Cantábrica y aún en todo el golfo de Gascuña y parte de la Mancha.
De todos lados llegan telegramas a las casas particulares de San Sebastián y de Pasajes que anuncian, ora el retraso de la salida de los vapores, ora la no entrada en otros puertos de los salidos con rumbo a ellos, porque se ven obligados a cruzar capeando el temporal, que es general.
Una importante casa de Pasajes recibió ayer tarde un telegrama anunciando que tan solo un gran trasatlántico habí­ase atrevido y habí­a logrado penetrar en la Garona, atravesando la barra de la Gironda, no sin grave riesgo.
Mar adentro hay un centenar de vapores soportando el temporal.
La cañonera Farey, que habí­a encallado últimamente, ha quedado destrozada por completo, y de todas partes llegan detalles de salvamentos y siniestros marí­timos que parten el alma.
De la costa francesa cuéntense perdidas varias lanchas, y oí­mos ayer asegurar que desde Santander a la embocadura del Cordouan, se ignora el paradero de veinte lanchas. Esta cifra, aún cuando pudiera resultar inexacta, es indudable que se aproxima a la verdad.

En Fuenterrabí­a

Las lanchas de pesca de Fuenterrabí­a, viéronse, según hemos oí­do, muy apuradas.
Agregábase ayer que se ignoraba el paradero de una lancha. Hicimos las posibles indagaciones, sin que lográsemos saber en definitiva la verdad.
¡Dios quiera que no sean ciertos los rumores que oí­mos!

Orio, Zarauz y Guetaria

Los informes que hemos adquirido sobre las consecuencias del temporal en Orio y Guetaria, son tranquilizadoras. Verdad es que fueron muchas las penalidades de nuestra gente de mar antes de llegar a buen puerto; pero, al fin, y aunque perdiendo algunos los aparejos y varios remos, pudieron guarecerse en dichos puertos.
En Guetaria entró también, a fuerza de remo, una lancha de la matrí­cula de San Sebastián, que pudo huir del temporal, no sin grave riesgo.
No es, por tanto, en nuestra costa donde han ocurrido mayores desgracias, si descontamos la desconsoladora desaparición de la lancha de Pasajes, desaparición que todo el mundo traduce ya por pérdida dolorosa, pues de otro modo, como en otro lugar decimos, se hubiesen tenido noticias de ella.

En Pasajes

Volviendo a detallar lo ocurrido en Pasajes durante el temporal, diremos que por milagro y gracias al arrojo de algunos intrépidos remeros de la lancha de atoaje, no ocurrieron más desgracias.
Varias fueron las lanchas que al ganar dicho puerto, estuvieron en grave peligro de zozobrar, y hemos oí­do decir que el vigí­a de aquel puerto que estuvo todo lo oportuno que hubiera debido, en dar las señales de socorro.
Lo cierto es que entre las que corrieron peligro, hubo, sobre todo dos, que estuvieron gravemente comprometidas.
Hallábanse dichas lanchas a unas nueve millas de la costa, cuando se desencadenó el temporal con suma violencia. Una de las lanchas, montada por tres hermanos, jóvenes todos, fue principalmente batida por las olas; de tal suerte, que por tres veces el agua llenó casi por completo la lancha.
Los tres hermanos se vieron en tan grande apuro, que a no ser por la energí­a demostrada por el menor de ellos, que al conocer que exentos de fuerzas iban a perecer, logró, auxiliándose de cuantos objetos útiles halló a su mano, desalojar el agua de la lancha y ganar a costa de angustias sin cuento la entrada del puerto.
Otra lancha, tripulada también por tres amigos, pidió auxilio. A las señales que se hicieron, salió de Pasajes de San Juan la lancha de atoaje, que con arrojo admirable puso término a la aflictiva situación de los tres amigos, logrando salvarse.
Por este acto de valor fueron muy felicitados los que tripulaban la lancha. También acudió, aunque no fue preciso utilizar sus servicios, la lancha salvavidas.

En alta mar

En alta mar, el temporal sorprendió a los vaporcitos de pesca de los señores Mercader, Gurruchaga, Erquicia y otros, que se hallaban entregados a sus faenas diarias.
Sus capitanes dieron inmediatamente orden de ganar puerto. Algunos pudieron efectuarlo desde luego; otros se vieron obligados a capear, en vista del estado del mar y dada la imposibilidad de dirigir proa a la costa, hasta pasado un tanto el temporal
Los vaporcitos eran movidos como cáscaras de nuez por las tremendas olas.

¡Hombre al agua!

El vaporcito de pesca de la casa Mercader, titulado Mamelena nún.5, sufrió los embates del mar, con ruda violencia.
El agua barrí­a con frecuencia la cubierta. La tripulación luchaba con extraordinario valor. Y de pronto, en uno de los desordenados movimientos del vaporcito, el cocinero del barco, joven de 18 años que hací­a sólo un mes se hallaba al servicio de la casa Mercader en el citado Mamelena núm. 5, desapareció arrebatado por las olas, al atravesar la cubierta.
“¡Un hombre al agua!” fue el grito que se oyó enseguida. Los tripulantes trataron de auxiliar a su compañero. ¡Por desgracia todo fue inútil y el infeliz cocinero desapareció para siempre!
Esta desgraciada ví­ctima del temporal era natural de Bermeo y fue antes empleado en la Comandancia de Marina de este puerto. Era soltero y hace un mes entró de servicio a bordo del Mamelena núm. 5, en sustitución del titular, que marchó a visitar a su familia.
Asimismo al salir el Mamelena núm. 3 para Pasajes en la tarde de anteayer, según supimos, uno de los tripulantes fue arrebatado del puente por una ola, y arrojado, por fortuna, dentro del buque; a esto debió sin duda la vida.

Los rastros en el mar

Todos los vaporcitos de pesca estaban ayer anclados en Pasajes, formando compacto grupo. El San Miguel y el Fernández Sanz, también se hallaban de arribada en Pasajes
Nos han contado sus tripulantes que en alta mar han visto en gran número remos y velas, que flotan a merced de las olas. Asimismo, nos manifestado haber visto dos cascos de lanchas, lo cual indica nuevos naufragios.
Al decir de los marinos, el temporal reinante es uno de los que más han sorprendido a la gente del oficio, por lo inesperado y lo terrible. En cuanto al temporal de aguas, éste ha sido verdaderamente uno de los más pertinaces que se han conocido.
En nuestra Concha, el patache Guadalupe, perfectamente amarrado frente a Santa Clara, en el fondeadero, soporta con valentí­a los embates del mar y el azote de la constante lluvia.