Los Tres Pasajes, nº 17, 1959
constituyó un gran éxito para sus organizadores
Todo el mundo recuerda en Pasajes –singularmente en Ancho– el éxito de la parodia «bélico-negroide» ideada y desarrollada durante las fiestas del año pasado por la veterana Sociedad local benéfico-recreativa «La Armonía» que preside el amigo Urra. Era la primera vez que Ancho veía semejante espectáculo y dígase en honor a la verdad que en su organización colaboró con el apoyo de una interesante subvención el Ayuntamiento de la Villa; aunque también es cierto que, pese a todo, su original y ocurrente “comparsa india” le costó dinero a «La Armonía»…
La Directiva de la Sociedad organizadora, dando ejemplo del entusiasta celo que ordinariamente anima a todos sus componentes, se atribuyó en la parodia los principales papeles.
El festejo, en el que tuvieron lucida participación unas setenta y cinco personas del sexo «feo» –entre socios de «La Armonía» y simpatizantes de la entidad– había sido anunciado para la noche del último sábado de las fiestas.
Puntual con la hora anunciada, la comitiva «bélico-negroide» dispúsose a desembarcar en la «Marea Alta» hacia las diez de aquella noche. Y como el tiempo era excelente y la propaganda del espectáculo había estado bien hecha, todo Ancho –aunque diríamos mejor que todo el Pasajes de los tres distritos– se echó a la calle para presenciar el desembarco de los “indios oceánicos”y su bullicioso desfile por las calles anchotarras.
No sé podrá decir que el festejo organizado por «La Armonía» el último sábado de las fiestas de San Fermín defraudó a nadie, ya que el pueblo se divirtió de lo lindo tanto con el originalísimo y apropiado atuendo de los pintorescos “visitantes” cuanto con sus gritos de guerra y sus danzas y evoluciones, todo ello estudiado a conciencia y con un sentido muy discreto e inofensivo del humor.
Antes de continuar adelante en esta breve crónica, quede constancia de que la presencia en nuestras latitudes pasaitarras de tan originales personajes (aristocráticos «mau-maus relativamente europeizados…) se debió tanto a la desbordarte inventiva de los componentes de «La Armonía» temo a la invitación que por conducto de Míster Sandwich, valeroso y espigado explorador inglés, de paso a la sazón en nuestra Villa, fue cursada al jefe de aquella tribu para que comprobaran personalmente lo bien que aquí lo pasamos por fiestas.
Efectuado el desembarco con entera normalidad, la comitiva fue organizada por el orden siguiente:
En primer término los «tan-tanes» indios, que con el rítmico y monótono sonar de sus tambores ponían en el ánimo popular una acentuada impresión de inquietud y sobresalto.
Seguía a los “tan-tanes” una bastante afinada charanga compuesta de catorce «profesores» de la localidad.
Inmediatamente después, por vía de introductor y cicerone, el propio míster Sandwich en persona, armado hasta los dientes –porque es muy desconfiado de suyo– y custodiado por el perro boxer que acostumbra llevar en sus andanzas y exploraciones.
Tras el explorador inglés, figuraban el rey, la reina y el hechicero de la tribu, con la respectiva prole de aquéllos y éste.
Y a continuación, los jefes guerreros con sus fornidos e impresionantes «cazadores de cabezas» al cuidado del más robusto de los cuales figuraba un oso negro y grande que, según nos dijo míster Sandwich –el cual los conoce muy bien– había sido cazado a lazo en los montes de Kenyo, al Sur de Kafrelandia…
Cerraba la comitiva la burrita “Maravillas”, portadora de una barrica que dos concienzudos acemileros vigilaban cuidadosamente y de la que escanciaban en unos toscos vasos de coco copiosas raciones del delicioso néctar de uva que aquel recipiente contenía y que ofrecían, con sospechosa y meliflua cortesía, tanto a los guerreros como al público espectador…
Espesas cortinas de público se habían colocado o ambos lados de las calles del trayecto que había de atravesar la comitiva.
Esta, tan negra de suyo, veía acentuar el tono ahumado de la desnuda piel de todos sus componentes a causa de la oscuridad de la noche y de la media iluminación que lucía el casco anchotarra, sin duda para dar más ambientado tono y más realce al pintoresco desfile. Como compensación, flanqueaban el paso de la negra y ruidosa comitiva unas largas hileras de paisanos voluntarios portadores de antorchas de larga y deslumbrante llama…
El desfile de los convencionales “mau-maus” de «La Armonía», con el complemento de sus arbitrarias evoluciones y originalísimas danzas guerreras, duró alrededor de dos horas, tiempo durante el cual el pueblo de Pasajes lo pasó tan divertidamente, asegurando luego que pocas veces lo había pasado tan bien, tan distraído y tan… barato.
El jefe de la inquietante tribu, agitando la campanilla, como es usual entre esta clase de indios cuando quiere llamar a capítulo a sus guerreros. ¿Sabéis para qué los requirió nada más desembarca? Pues… para decirles lo siguiente:
–¡Cuidado con “gamberrear”, hijos míos! Ya sabéis que el señor Burgui enseguida os da una escoba y os hace barrer el pueblo… Que seamos indios, pase; pero de ningún modo gamberros; porque eso sería el mayor descrédito para nuestra tribu. (Foto. José: Ancho)