Los Tres Pasajes, nº 12, 1954

El “txistu” y el tamboril son elementos inseparables de nuestro paí­s, imprescindibles para la interpretación del «folklore» del mismo.
Ancho –desde los tiempos del inolvidable Shantus– no ha tenido un «txistulari» propio, cuya presencia se echaba muy de menos en las fiestas y solemnidades peculiares del distrito. Era preciso, para mantener el tipismo de aquéllas, utilizar los servicios de los juglares de la Villa.

En lo sucesivo no ocurrirá eso: Ancho tiene ya una estupenda banda de «txistularis». El milagro lo han realizado el espí­ritu de iniciativa y la tenacidad del director de la Banda de La Musical Pasaitarra, D. Félix Beteta, a quien tanto deben en el aspecto musical Pasajes en general y particularmente el distrito anchotarra. Pero justo es reconocer, también, el entusiasta e incondicional apoyo que la Comisión municipal de Festejos ha prestado al señor Beteta para la realización de la simpática y acertadí­sima idea de la creación de esta banda de los «txistularis» de Ancho.
Con santa paciencia, el señor Beteta, luego de haber efectuado la selección de los muchachos que consideró más adecuados para la finalidad perseguida, los fue preparando y capacitando; y para que nuestros lectores consideren con la máxima exactitud el mérito de semejante esfuerzo, les haremos presente que alguno de ellos ni siquiera poseí­a conocimientos de Solfeo.

Esta dura labor, cuajada hoy en espléndida realidad artí­stica, comenzó a mediados del pasado mes de Diciembre.
Los muchachos seleccionados por el señor Beteta son: Eugenio Zala («txistu» primero), Manolo Echevarrí­a («txistu» segundo), Fernando Garcí­a («txistu» tercero) y Javier Tolosa (atabal)
El segundo de los citados es sobrino de los veteranos «txistularis» de la banda municipal de juglares de la Villa, del mismo apellido, que radican en San Juan.

Zala, Echevarrí­a y Garcí­a utilizaron, durante el tiempo de su preparación, unos instrumentos de artesaní­a barata, suficientes para el estudio y manejo del silbo. Los que ahora poseen, costeados con los «ahorros» de la comisión aludida poco antes, son unos instrumentos técnicamente perfectos, de ébano y plata.
Los flamantes juglares anchotarras ya han sido solicitados para diversas actuaciones, habiendo tenido oportunidad de lucir un estimable dominio de ejecutantes, prometedor de una maestrí­a que no se hará esperar seguramente, ya que los cuatro tienen una indudable vocación y un entusiasmo por su arte en realidad extraordinarios, que les ha permitido hacerse en muy poco tiempo con un repertorio de zortzicos, alboradas, biribilquetas, etc. ciertamente amplio y escogido.
Reciente el señalado éxito de los muchachos en los actos de la Juventud Católica, ya ha sido comprometida su actuación dentro del Programa Oficial de las Fiestas. Nos parece muy bien, ya que de este modo irán adquiriendo insensiblemente la seguridad en sí­ mismo tan necesaria en los artistas juveniles que han de actuar en público.
El paso por las calles de este cuarteto de «txistularis» noveles ha de ser visto con gran simpatí­a por el pueblo de Ancho, que tendrá en ellos un indudable motivo de satisfacción y aún de orgullo –compartidos por el maestro Beteta que los ha sacado de la nada y por la Comisión municipal de Festejos que ha sido su eficací­sima madrina– y a quienes debe estimular con su aliento y su aplauso.
Porque… ¡quién sabe si, andando el tiempo, esta banda de juglares que ahora acaba de nacer en Ancho será la oficial en la laboriosa y progresiva Villa de Pasajes!