Los Tres Pasajes, nº 14, 1956

Las iluminaciones artí­sticas de Ancho
llamaron poderosamente la atención

El 21 del pasado Abril fue para los vecinos del distrito de Ancho, como antes lo habí­a sido o después lo fue para otros lugares guipuzcoanos uno de esos dí­as en que el pueblo se echa a la calle y va en busca de un lugar estratégico para presenciar un atrayente acto o rendir homenaje a una persona o cosa determinadas.
Con paso lento, pero firme, y los rostros serios, con aquella seriedad que parece expresar un sentimiento, las personas bullí­an de un lado para otro y luego se estacionaban en el sitio de donde más detalles pudieran recoger con la vista. La Avenida de Navarra y calle de Zumalacárregui, por la humana aglomeración que presentaban, hací­a que uno se sintiera contagiado de emoción. El motivo no podí­a ser más justo. Era el pueblo que salí­a a recibir a la reliquia del celestial Patrón de Guí­púzcoa, San Ignacio de Loyola.

A las nueve de la noche, el Padre Otazua, de la Compañí­a de Jesús, portador de la reliquia y acompañado por el activo y virtuoso coadjutor de Ancho, don Miguel Olaciregui, quien se hizo cargo de aquélla una vez en la parroquia, hicieron su entrada en el distrito anchotarra, seguidos por la banda de «La Musical Pasaitarra» que interpretaba la «Marcha de San Ignacio», cantada a la vez por el inmenso público que la seguí­a hasta la parroquia de San Fermí­n en medio de una sorprendente iluminación portátil. Los balcones lucí­an colgaduras y farolillos venecianos, destacándose entre ellos el del teniente de alcalde de Ancho, don Pascual Ribate, que lucí­a una preciosa cruz, en el centro, guarnecida de guirnaldas completamente iluminadas en colores, e igualmente el de don Javier Pariza a cuyo fondo se dibujaba un precioso altar. Pero lo que incuestionablemente llamó más la atención fue la terraza de don José Manuel Elizalde, que presentó una silueta de la Basí­lica de Loyola, de una altura de cuatro metros por tres de ancho, perfectamente iluminada, ideada y construida en madera por un ingenioso vecino de Pasajes, muy querido amigo nuestro y colaborador.

Terminada la recepción y veneración previstas en el templo, una de las personas que vinieron acompañando a la reliquia dijo:
–De cuantas recepciones se han tributado hasta hoy a la santa reliquia, ninguna tan fervorosa y espléndida como la de Pasajes. Pocas, de tanta emoción. Y en cuanto a las iluminaciones alusivas, éstas de Ancho, las más artí­sticas, las más logradas; el Santo, sin duda, derramará bendiciones sobre esta Villa y su puerto.

Bien pueden sentirse –decimos nosotros– satisfechos los señores Elizalde, Ribate y Pariza, así­ como, en general, todos los pasaitarras, por haber sabido, en un acto pura y eminentemente católico, conquistar la palma de aquel elogio autorizadí­simo por la admirable organización de los actos preparados y el sincero fervor demostrado públicamente hacia el Patrón de Guipúzcoa con ocasión de la visita de la reliquia del Santo a los distritos pasaitarras.