Pasaia Gaur nº 10, 1978

Justo habí­an terminado de comer; estaban las cinco familias hablando de sus problemas alrededor de una fogata.

Nos recibieron muy amigablemente, cosa que, por lo general, no suele ocurrir a la inversa.

Les explicamos el motivo de nuestra visita. Querí­amos que nos dijesen cómo viven, de qué se alimentan, si trabajan, si los “churumbeles” van a la escuela, etc.

Hemos hablado con Alfredo Vázquez Hernández, casado y padre de 7 hijos; con Angel Echevarrí­a, padre también de 9 hijos; con Rosario, que tiene 4; Alfredo Jiménez, con 3, y la abuela Asunción Gabarre, que tiene recogidos con ella a tres nietos que no tienen padres. En total, unas 40 personas que viven, si a eso se le puede llamar vivir, en 70 metros cuadrados.

Casi toda la conversación la hemos llevado con Alfredo, quien nos ha ido respondiendo detalladamente a todas las preguntas.

¿Qué tiempo lleváis en Pasajes?
— En un principio vivimos en chabolas construidas por nosotros mismos en donde hoy está Beraun. Más tarde fuimos a una casa abandonada que hay en Molinao pero nos resultaba imposible habitar allí­, trasladándonos últimamente a esta casa medio derruida que creemos es propiedad de Iberduero. Durante los casi 20 años que llevamos aquí­ nos han nacido todos estos chavales. Desde la mayor “La Chula” con catorce años, hasta el más pequeñito, José, que está envuelto en un manta, que no tiene aún un mes. Entre estos dos hay una serie de crí­os que podemos calificarlos de casi pasaitarras.

¿De qué dinero disponéis?
— Pues mira, la abuela recibe 3.000 pesetas mensuales del Fondo Nacional por estar enferma, ya que anda mal del estómago y pronto se operará. Por otra parte Rosario que tiene tres chicos cobra otras 3.000. El resto lo sacamos del trabajo que hacemos en el Puerto. Hay dí­as con suerte que cobramos 1.900 pesetas, pero esos son los menos, como mucho, trabajamos 5 dí­as al mes, ya que hay poco trabajo. También sacamos algo de dinero con la chatarra que recogemos y luego vendemos. Los niños consiguen algo pidiendo por las calles de San Sebastián y las mujeres cuando hay algo de dinero compran lana e hilos para hacer encajes que luego los venden.

¿Tenéis agua y luz?
— De eso nada, justo hay una regata que sirve para limpiar la ropa y para lavarnos. El agua para beber y hacer la comida la cogemos de la fuente de la Alameda. Luz no tenemos y nos alumbramos con carburo.

¿Cómo andáis de higiene?
— Procuramos que sea la máxima posible, de todas formas es muy difí­cil pues con tantos niños se mancha mucho. Además hay ratas de todos los tamaños, que aunque ponemos veneno, no terminan de desaparecer.

En caso de que alguien se ponga enfermo, ¿tenéis algún seguro que os proteja?
— Si alguien de nosotros se pone malo, vamos al Hospital que no nos cobran nada y donde por hasta ahora nos han atendido bastante bien. También estamos satisfechos de cómo han cuidado nuestros embarazos y a nuestros niños en el Ambulatorio de Pasajes.

¿Y cuál ha sido el verdadero motivo de muerte, hace unos dí­as del niño de 2 años en Fábrica de Harinas?
— La verdad, ha sido de meningitis, y ahora tenemos otro chico en Pamplona en el Hospital que creemos es de lo mismo.

¿Sabéis cuánto les ha costado el traslado cadáver y los demás gastos?
— El llevarlo desde San Sebastián hasta Renterí­a, al cementerio, incluida la caja, les ha costado 26.000 pesetas. Aparte, han tenido que pagar una renta de 500 pesetas por los diez años de alquiler de la fosa.

¿Andáis buscando casa?
— Por supuesto, pero en todos los sitios en donde nos presentamos, nos cierran la puerta en cuanto ven que somos gitanos. Recibimos muchos desprecios.

¿Mandáis los chavales al colegio?
— Sí­, ahí­ es donde mejor se portan con nosotros: Hay una monja, Sor Clotilde, que nos lleva ayudando mucho tiempo y si no se hace más, es porque no dispone de más medios económicos y materiales. Todos los dí­as nos mandan un autobús a 8,30 de la mañana, nos recogen a todos los niños desde los dos años en adelante. Los llevan al barrio de Igara, en San Sebastián, en donde les enseñan a leer, a escribir y cuentas, luego al mediodí­a les dan de comer y por la tarde de nuevo a clase hasta las 5,30 de la tarde que los vuelven a traer a casa. También les lavan y cuando les corresponde les vacunan. Todo esto nosotros no lo podemos pagar, pero a los que pueden les cobran diez pesetas al dí­a por la comida.

¿Os han prometido algún nuevo alojamiento viendo el estado tan penoso de este en el que estáis habitando?
— De momento no hay nada. Tenemos la esperanza de que en San Sebastián y por sus alrededores se construya alguna barriada, al estilo de que los Ayuntamientos de Bilbao, Vitoria, Pamplona y Madrid han construido para los gitanos. Son casas con agua y luz y bastante bien hechas, en donde se paga una renta de 3.000 pesetas. Nosotros no pedimos que no se nos cobre, para eso trabajamos. Pero como ya he dicho antes, se nos cierran las puertas de las casas en alquiler y a eso no hay derecho pues todos somos hijos Dios.

Y esto es parte de la serie de problemas estos gitanos pasaitarras tienen y que están esperando siempre a que alguien se acuerde de ellos, porque como muy bien decí­a la abuela, en muchos sitios les dicen que vayan a trabajar, ellos se preguntan ¿y quién les da trabajo?

Iñaki BECERRA