Los Tres Pasajes nº 6, 1948

MIGUEL OÑATE, QUE FUE DIRECTOR DEL ORFEON DONOSTIARRA, LO FUE TAMBIEN DE LA BANDA DE PASAJES

La Musical Pasaitarra y la banda que mantiene son una institución en el pueblo. No en Ancho solo, como pudiera parecer –y de este parecer han nacido, y aun nacen muchos celos y recelos– sino en los tres barrios que la villa comprende; porque, si bien nacido en el que pudiéramos llamar “Pasajes terrí­cola” (aunque haya en ello evidente y disculpable impropiedad, ya que también Ancho se asoma al mar por ese estupendo balcón del puerto) el aliento de los otros dos Pasajes la ha mantenido, y tanto San Pedro como San Juan se han aprovechado de su
existencia, divirtiéndose y recreándose con sus actuaciones.

La Musical Pasaitarra, con su larga historia, significa para Pasajes una preocupación artí­stica que mucho le honra. Algún dí­a quizá escribamos con todo detenimiento la historia de esta benemérita entidad, gracias a la cual nuestro pueblo, desde hace alrededor del medio siglo, puede darse la inmensa satisfacción de decir que, peor o mejor, sostiene y mantiene una banda de música.

Como Pasajes ha sentido siempre un extremado cariño por su banda, la ha traí­do y llevado con bastante frecuencia, consignándose en abundantes documentos gráficos diversos momentos de la misma con ocasión de diferentes actuaciones, efemérides, éxitos o simplemente festejos populares. Nosotros tenemos, a nuestra vez, una decidida debilidad por lo que ya es historia o leyenda, por aquello que, perteneciendo al pasado, dejó en la vida una huella, cuya evocación o contemplación hace todaví­a vibrar las fibras sensibles de nuestro ser y asomar a nuestros ojos lágrimas de nostalgia…

En muchas casas de Pasajes –prueba evidente de cuánto arraigo tuvo y tiene en el pueblo y del extremado cariño de que más arriba hicimos mención– se guardan fotografí­as de nuestra banda, la contemplación de las cuales tantas cosas sugieren de personas, sucesos y episodios que pasaron. Fotografí­as que, evidentemente, desconocen del todo los pasaitarras de la presente generación.

Digna hermana de la que publicamos en el número de Los Tres Pasajes del año pasado es ésta, lector, que hoy presentamos ante tu vista.

Fué hecha durante los san fermines de 1908. Nuestros músicos, en un claro de sus habituales conciertos de tales dí­as, decidieron posar, en el atrio de la iglesia, ante uno de los más conocidos retratistas de San Sebastián, seguramente aquel A. de la Barrera, de grata recordación para muchos abuelos de hoy… porque fue él quien les hizo el retrato de la boda.

Eran los dí­as en que dirigí­a nuestra banda D. Miguel Oñate, que también fue director del Orfeón Donostiarra.

Habí­a nacido el 28 de Abril de 1868. Falleció el 21 de Enero de 1941, oscuro y olvidado, el pobre Oñate, antes de cumplir los 73 años, en el Asilo donostiarra de Zorroaga.

Natural de San Sebastián, fue el segundo de los directores que tuvo en su ya dilatada existencia el laurealí­sí­mo Orfeón Doností­arra.

Acudió Miguel Oñate, como escolar, al Colegio de 1.a Enseñanza que en el número 3 de la actual Plaza donostiarra del 18 de Julio tení­a D. Leonardo Santa Isabel, padre del todaví­a recientemente fallecido organista de la parroquia de San Ignacio y profesor de Música del Asilo de Zorroaga, del mismo nombre.

Condiscí­pulo suyo fue D. Joaquí­n Muñoz Baroja, propietario de la antigua imprenta y librerí­a, donostiarras de este último apellido. Y años después, fueron ambos, camaradas de tareas artí­sticas en el Orfeón.

Era aquella la época en que el Orfeón –unas cuarenta voces masculinas– ensayaba en el local de los bomberos, en la Brecha; de allí­, “con la música a otra parte”, se largaron a las Escuelas de Peñaflorida; y, sucesivamente, a la Plazuela de Lasala y al teatro Bellas Artes, su domicilio actual.

Hací­a poco, todaví­a, que habí­a nacido el Orfeón, eran los tiempos heéóicos… Estaba muy reciente aún aquella primera reunión en Casa de Baroja, a la que acudieron unos veinte “gizones” convocados por aquel gran poeta. vasco que se llamó D. Antonio Arzac. Norberto Luzuriaga, “Lushu” habí­a cesado en la dirección del Orfeón, y ésta pasó la Miguel Oñate.

Era éste un buen músico, un excelente compositor según Rodoreda, el mejor de su tiempo entre los del paí­s y un consumado pianista, amén, y esto es lo más importante, de una inmejorable persona. ¿Que tení­a defectos? ¿Habrá alguien que pueda presumir de no tener ninguno? Creemos que no.. Y aún pondrí­amos la cabeza…

Con Oñate continuaron los triunfos orfeónicos iniciados con Luzuriaga. El campo de acción del Orfeón era asaz reducido. Algunas salidas a los pueblos comarcanos, con otros tantos éxitos…

Como compositor obtuvo varios premios en los Consistorios de Juegos Florales. Recordemos algunos tí­tulos:

-Larthaun, obra orfeónica premiada en uno de los citados certámenes.
-Himno a Eibar, para coro, con letra de Marragán, otro destacado donostiarra de la época.
-Iciar, otro coro masculino.
-Amoriyo firmia, zarzuela, con letra de Juan Ignacio Uranga, hermano éste del famoso Shantus, de tan popular recordación para todos los pasaitarras, estrenada y representada numerosas veces, siempre con mucho éxito, en el viejo teatro Principal de la donostiarrí­sima calle Mayor.
-Ezcaray; pasodoble, dedicado al conde de Torre-Múzquiz.

También eran de Miguel Oñate todos los números del famosí­simo Paso honroso de don Suero de Quiñones, de una memorabilí­sima Cabalgata celebrada en San Sebastián el carnaval de 1900.

Fí­sicamente, Oñate no era ni alto ni bajo, ni delgado ni grueso; más bien rubio, con una espesa, corta y bien cuidada barba. En 1899 tomó parte el Orfeón Donostiarra en una velada que se celebró en el teatro Principal ya citado: fue esta actuación del Orfeón la presentación de Miguel Oñate como director.

En 1.902, Oñate abandonó el Orfeón, yéndose a América. Y a su regreso del Nuevo Mundo, actuó en Lequeitio, en Pamplona y en algunos cafés de San Sebastián. Fué por entonces cuando –allá por los seis años primeros del 900– cuando le fue ofrecida la dirección de la banda de la Musical Pasaitarra.

Vamos a ver ahora quiénes están en nuestra foto, verdadero hallazgo de agradable evocación para nuestros lectores.

Sentados, en el suelo –que luego iremos astendiendo– de izquierda a derecha:

Enrique Rosell y Miguel Inchaurrondo.
Y un poco separado de los anteriores, Manolo Zala.

Inchaurrondo abandonó Pasajes como local¡dad de residencia; sin embargo, no olvida a su antiguo txoko, y la primavera pasada tuv¡mos el gusto de recibir su grata visita. Ocupa una excelente situación en Palma de Mallorca

Zala vive también y reside en Pasajes. De Rosell hemos perdido la pista…

Sigamos. Sentados en sillas y en la misma dirección:

Ví­ctor Salvador, fallecido hace ya mucho tiempo.
Paco Sinisterra, el tonelero a quien también aludimos en nuestro reportaje sobre Larruquert.
Miguel Oñate, el director de la banda de la Musical Pasaitarra.
Juan Valverde, presidente de la Sociedad; inolvidable por sus entusiastas desvelos en favor de Shantus Uranga, que llegó a ser, como todos recuerdan, elemento popularí­simo en el pueblo, ya que desempeñaba en éste los siguientes cargos y acaso algún otro que nos dejemos en el tintero: tamborilero; alguacil, sereno, barrendero, pregonero, funcionario del matadero y ordenanza del juzgado. Como-si dijéramos, el amo de Pasajes. Falleció hace ya años y se le recordará durante mucho tiempo.

Isaac Zabalbeascoa, que sigue residiendo en Ancho y es obrero dé Luzuriaga.
Antonio Garate se marchó a Astur¡as y allá vive.

Vayamós seguidamente con los de la primera fila de pie, también de izquierda a derecha. Y comencemos por reconocer, que el nombre del que aparece en primer término se ha perdido, como suele decirse, en la noche de los tiempos… Recordamos, o creemos recordar, que era extremeño. Alguien nos asegura también que tení­a un pariente, hermano polí­tico, que era barbero, en Ancho.

Tras él, José Marí­a Ormazábal, que vive en Irun.
Gonzalo Zabalbeascoa, empleado actualmente en Carbones Artaza, es de los que no pueden separarse de Pasajes.
Julián Radigales, fallecido, Manolo Uranga, hijo del difunto Shantus, vive también en el pueblo.
Ernesto Tizón es difunto también.
José Valverde está establecido en el pueblo.
Pedro Moreno no reside en éste, si bien hay noticias de que goza de excelente salud.
Finalmente, el del bombo es Toribio Chasco, que se fue a la Argentina.

La segunda fila de los que están de pie comienza con Enrique Echenique, que vive en San Sebastián y es funcionario de la Diputación.
Los tres sí­guientes –Ignacio Goicoechea, Félix lriberri y Cayo Huércanos– ya no están en este mundo.
A continuación, una mujer, Angeles Valverde, esposa en la actualidad del industrial donostiarra D. Mariano Hernando, de la acreditada razón social Buenechea y Hernando.
El abanderado es Manuel Rodrí­guez, muy entusiasta de la banda. Un hombre de suérte… porque está entre las dos-bellí­simas pasa¡tarras que bordaron la bandera.
Toniasa Rosell –pariente del primero de esta relación, Enrique– que falleció hace años.
Félix Echenique es empleado de la Aduana de Pasajes.
Y los tres últimos de la fila murieron también.
Son ellos Ramón Nolla, Abelardo Velasco y José Pérez Torres.

Nos queda la última fila superior… el primero de la cual –siempre de izquierda a derecha– es un tal Braulio Martí­nez, que murió joven; era hijo de un cabo de mar que hubo en Pasajes, donde aun quedan familiares suyos.
Le sigue Hilario Rubio, que está en la Argentina. Y tras él:
Paco González, que fue concejal, padre de nuestros queridí­simos amigos Marichu, Pedro, Angel, Federico y Francisco González Machain. (En el momento de escribir las presentes lí­neas –25 de Junio– la madre de estos buenos amigos, que reside en Renterí­á, se encuentra delicada; nosotros hacemos sincerí­simos votos por que en el plazo más breve posible podamos verla completamente curada.)
Francisco Tizón, fallecido, también, como su hermano Ernesto, citado más arriba.
Manolo Huércanos, hoy industrial en Inchaurrondo.
Arturo Minchero, que también dejó de existir.
Y… Pepe Juanes, que fue alcalde de Alza. Vive –y que sea por muchos años– en las cercaní­as de Buena Vista, término municipal de San Sebastián.

De todos los demás que están en la fotografí­a, pero que nada tienen qué ver con la banda –las dos mujeres, el niño, las dos niñas de la derecha, el muchacho subido en el pretil y el mayorcito que se esconde tras la terminación del pórtico– no nos ha sido posible obtener noticias