Los Tres Pasajes, nº 12, 1954

Quisiera, ante todo, que en estas notas recordatorias de tipos populares que fueron en Ancho nadie tratara de buscar un motivo de ofensa, ni tan siquiera, una alusión malintencionada. Lejos de mi ánimo tal propósito al sacar hoy a la pública luz las siguientes notas relativas a tantos y tantos que, en mi época –¡ay, tan lejana ya!– fueron la sal y la pimienta de la vida en el queridí­simo «txoko» anchotarra
Veamos cómo «pita» mi memoria.

PATRICIO TXIRRINCHINCHIN
Ningún pasaitarra quedará de la vieja hornada que no recuerde con simpatí­a al bueno de Patricio.
Este fue el hombre que, sin duda, pisó todos los hogares del barrio.
Arreglo de un jergón; blanqueo de unas paredes; una puerta que no cierra…; una silla, coja. En fin: no habí­a reparación casera cerca de la cual no surgiese el bálsamo infalible de Patricio, que todo lo curaba.

FERMÍN, EL HERRERO
¿Os acordáis, queridos contemporáneos, de la herrerí­a de Fermí­n? Estaba ahí­, en ese lugar que hoy ocupa la casa de D. Pedro Landa, con acceso –entonces– por las calles Magdalena y Don Fermí­n de Lasala. Sitio delicioso para todos nosotros, especialmente para el concreto objeto de hacer rabiar a «Fermí­n»; paraí­so de las ratas y escenario de nuestras incontables travesuras.
Fermí­n tení­a la especialidad de ir a cazar con escopeta, pero… sin cartuchos.

LA SEÑORITA JESUSA SALGADO
El todaví­a caliente rescoldo del cariño que siempre profesé a la señorita Jesusa, me mueve a incluirla en esta rapidí­sima galerí­a.
En su Escuela fue donde yo di los primeros pasos, entre los 4 ó 5 años de mi distante infancia. En aquella Escuela, qué estaba en los bajos de la casa llamada «de Velasco», frente al actual café Royalty, recibieron instrucción Celestina Urí­a, las hermanas lgarzábal, las de Dalle, las de Galardi, Marichu Dimas, Pepita Lores y mi hermana, amén de otras mil que mí­ memoria no recuerda en estos momentos.
¿A que todaví­a recuerdas, Celestina, de cuando un gitano te tiró del moño desde la ventana?

LA SEÑORITA POL-POL
Si la interesada llegase a leer estas lí­neas, suplí­cola mil perdones por no aludirla con su verdadero nombre de pila y sí­ con el de un producto industrial que fabricaba.
Esta señorita –¡bendita sea!– era el ángel de nuestra escuela. Constantemente estaba en ella regalándonos caramelos, balones, etc. También nos daba dinero para el «cine» de la Artesana. Y, en fin, nos endulzaba la vida con lo agradable y atrayente de su carácter, haciéndonos olvidar un poco, a D. Antolí­n…

TORRANZOS Y MEDINA
Una pipa y un bastón. Constantes discusiones entrambos.
–Tú eres un viejo –decí­a el primero a su sempiterno antagonista inseparable.
–Y tú –contestábale éste– un carcamal.
–Tú, pronto te morirás.
–¿Yo? No, no… Pienso ir a tu entierro ¡Ya lo verás! (Bueno: no lo verás…)
Tales eran las frases casi invariables de sus cotidianas discusiones. Pero los dos eran excelentes personas; el pueblo los evoca con cariño
Dio la coincidencia de que murieron el mismo, dí­a y a la misma hora.

CEBALLOS (ABUELO)
Era, por aquellos dí­as, el cartero único; el hombre –todo ingenio y buen humor –cuya compañí­a se buscaba con afán para pasar un buen rato con sus «salidas» espontáneas y «chirenes».

Si la Dirección de LOS TRES PASAJES me hubiese destinado más espacio –¡otro año será!– con el mayor agrado hubiese seguido desgranando detalles y noticias de tipos que fueron tan populares como José Mari «el kuku», Txegama, Autxa, Zumay (albañil), Manuel Torres «el huiro», Joshepa la Pescadora, la «Moñona», Txan «el francés», «Madriles», Teodosio el buzo, Shantus, Pepe Torres «el cojo».
Para todos ellos, mi recuerdo más cariñoso y. una sentida oración. Seguramente que, desde el Cielo –premio al que se hicieron acreedores por sus bondades– nos contemplan, complacidí­simos….

Angel G. Machain