Pasajes nº 4, 1930

¡Cuantos ensueños no se imaginan alrededor de los grandes proyectos de este puerto!
Más no me hablen de obras, de máquinas, de aparatos potentes capaces de transformar todo un continente; cuando al final de las obras se convierta Pasajes en un puerto aristocrático a donde llegarán los magní­ficos trasatlánticos de los que se ha hablado tanto, invitadme entonces a observar con curiosidad desde el muelle la subida por la escalera de abordo a esa muchedumbre abigarrada, heterogénea, desconocida que desaparece por los grandes flancos de la nave: Personas de todas las clases, de nacionalidad diversa, acomodadas sin embargo en un mismo ambiente, en una misma vida sobre la superficie del mar.

Allí­ se juntan los grandes industriales, millonarios, banqueros, diplomáticos, financieros, toda la clase social representada por cada uno de esos aspectos más interesantes, pero a mi dejadme discurrir con los artistas, dejadme que me acerque a ellos, a esos seres que llevan el sello distintivo de espiritualidad con los cuales la naturaleza ha sido pródiga en exquisitos dones del intelecto y del corazón, y luego sostener un intercambio de sentimientos, de ideas, de afectos allá en un ángulo de la nave o en la silueta pálida del magestuoso salón.

Vivir cerca de los artistas, he leí­do, acostumbrados nosotros a admirarlos bajo la máscara del personaje que interpretan en escena; tenerlos como adversarios en un combate de boxe o de florete sobre cubierta (eso no) o de natación en la gran piscina al aire libre (quizá); poder comer en la misma mesa de aquel «Mefistófeles» o de aquella «Celeste Aida» que hemos aplaudido con delirante entusiasmo (eso sí­), son cosas que no se consiguen muy a menudo.
Y después de haber vivido a su lado, en la agradable atmósfera de amigable intimidad y admiración social que nace entre los que viajan por las infinitas soledades del mar, se siguen con el pensamiento en sus triunfos en los mayores teatros del mundo para, tal vez, no encontrarlos ya más en nuestro camino….

Cuanto antes, deseo rendir este homenaje a los artistas huéspedes del Augustus y del Roma, del Duilio y del Giulio Cesare, del Orazio, del Virgilio y del Colombo que unan con sus rápidas travesí­as Pasajes con Italia y Américas para llevar a nuestros amigos, a nuestros seres queridos el saludo de la patria lejana y la dicha de ver a los que hasta entonces solo veí­amos impresos en la nostalgia del recuerdo…

Tege