Sucesos

EL ENTRERRÍOS… Y REYERTA A BORDO

La Unión Vascongada, 1898-08-27

EL ENTRERRÍOS

Llegó ayer a Pasajes a las tres de la tarde el magní­fico etcamer Entrerrí­os, que manda el capitán Conharn, de la compañí­a de navegación Chargeurs Reunis.
Trae a bordo, además de la carga recogida en los puertos en que ha tocado, 56 emigrantes embarcados en el Havre y 85 en Burdeos, todos ellos con destino a Buenos Aires.
En Pasajes embarcarán 10 emigrantes más y 350 toneladas de diversas mercancí­as, vinos y conservas en su casi totalidad, que en los muelles de aquel puerto estaban ya dispuestos para la carga.
A bordo de aquel barco vienen, para servir de productores en la República Argentina, cuatro magní­ficos ejemplares de la raza caballar.

El Entrerrí­os ha sido ayer muy visitado por las numerosas personas que aprovechándose del buen tiempo fueron a Pasajes y es seguro que a verle partir hoy al atardecer para Coruña y escalas, acudirá una numerosa concurrencia.
Y ya que de este barco hablamos estamparemos aquí­, porque es digno de hacerse constar un hermoso diálogo sostenido entre una de nuestras conspicuas veraneantes y un vecino del puerto de Pasajes.
Sitio, el costado del barco, y éste el objeto de la conversación.

–Diga usté, señor –pregunta con encantadora sencillez la veraneante, anciana respetable–, ¿es verdad que este barco es de una pieza?
–¿No lo ve usté, señora? De un pedazo.
— ¡Que cosas hacen los hombres! Yo no lo querí­a creer. Bien es verdad, que como por el pueblo no van nunca estos naví­os, pues una no lo sabe.
— ¿Y de dónde es usté?
— De Navarra. De Estella.
— No es extraño –dice el interrogado, que apenas puede contener la risa–. ¿Y no va a bordo? –continúa.
–¡Ay! No, señor, se puede hundir –dice la anciana mirando al barco con terror.

Nuestro vecino la contempla, y como para persuadirla de que debe entrar a visitar el barco, para tener más tarde qué contar a los suyos, le hace notar que a bordo del mismo juegan alegres y con despreocupación varios chicuelos.
–Si, es que esos desde que nacen ven.
No sabemos si tierra adentro los chicos nacerán con los ojos cerrados

UNA REYERTA

De nuestro corresponsal de Pasajes recibimos, ya al entrar este número en máquinas, noticias de una colisión habida anoche a bordo del vapor Entrerrí­os, surto en aquel puerto, entre varios de los emigrantes que en él tienen pasaje.
Parece ser que alguno de éstos que en el Havre embarcaron en aquel barco con destino a Buenos Aires, individuos jóvenes que en los puntos donde el Entrerrí­os ha hecho escala no se distinguieron por su sobriedad en la bebida, regresaron ya entrada la noche a bordo, después de haber hecho repetidas visitas a los establecimientos de bebidas del barrio de Ancho y de haber dado algo que hacer a los vigilantes del vecino pueblo.
Su estado, por tanto, no era, efecto sin duda del alcohol transvasado, todo lo correcto que serí­a de desear.
Una vez a bordo, sobre las diez y media, reuniéronse allá en la parte de proa del barco, cantando y bailando a su sabor.
De esto pasaron, no se sabe por qué, a la discusión; la discusión se agrió y de ella fueron directamente al mutuo apaleamiento.
Con maderas, a puñetazos, con lo que pudieron defendió cada cual las que creí­an razonadas opiniones, hasta que uno de los contendientes cayó dando un grito, herido de arma blanca y revolviéndose en su propia sangre.
Al ruido de la contienda acudió con toda presteza la pareja de carabineros que presta servicio a bordo del barco, y al tiempo que para detener al que pudiera ser el autor de la herida causada a uno de los contrincantes, se tomaban las consiguientes disposiciones para que alguno saltara a tierra, uno de los que más se habí­an distinguido en la lucha se arrojó al agua por la parte opuesta del barco.
Pudo ser recogido desde un bote y apresado, y él parece, aunque no lo declara, ser autor de la puñalada inferida.
Esta, que fue dada a un individuo que se dice francés, como de 30 años, ha sido calificada de grave por el médico de abordo que hizo la primera cura.
La herida penetrante presenta una abertura como de dos centí­metros. Ocupa la parte superior de la tetilla derecha.
Cuando nuestro corresponsal visitó al herido, ya al amanecer, estaba éste en el estado de sopor que es fácil comprender.
El supuesto agresor es italiano, como de 30 años, va regularmente vestido y su aspecto era anoche el del idiota que no sabe lo que hace.
El pundonoroso teniente de carabineros de aquel punto, señor López, personóse inmediatamente a bordo del Entrerrí­os, haciéndose cargo de reo que el capitán puso a su disposición.
Mañana ampliaremos los detalles de este suceso.