Gertakariak

(MÁS) PUÑALADAS EN PASAJES ANCHO

El Guipuzcoano, 1890-03-21

Ancho es hoy una localidad populosa. Existe allí­ gran movimiento comercial, y el puerto, como sus almacenes y como sus canteras, ocupan y sostienen a multitud de obreros.

En los dí­as festivos, los dos agentes de vigilancia que allí­ prestan servicio son insuficientes para atender a los mil incidentes que la exaltación alcohólica produce en los muchos aficionados que frecuentan el centenar de establecimientos de bebidas que allí­ existen. Y lo peor del caso es que aun cuando hay unas ordenanzas que prohiben que dichos establecimientos estén abiertos a las altas horas de la noche, los dueños de aquéllos, para quienes, a lo que se deduce, no son muy exigentes las autoridades locales, no prestan gran atención a lo que en ellas se prescribe.

Sea de esto lo que quiera, y después de recomendar que por quien corresponda se averigí¼e lo que en esto que hemos oí­do haya de cierto, parece que muy cerca de las tres de la madrugada de ayer tuvo raí­z en uno de aquellos establecimientos un sangriento suceso.

Para pasar la noche en el jolgorio más lato, salieron de esta ciudad un sugeto muy conocido, vendedor de petróleo y apodado El Santero, acompañado de su criado Guillermo del Rí­o, soltero, de 26 años de edad y natural de Berasoain (Navarra). Con ellos estaba asimismo una mujer.

Debieron pasar agradablemente el dí­a, y claro está que la noche fuera tambien alegre. Lo cierto es que hacia las tres de la mañana, al salir, según parece, de una taberna ( ¿ ? ), entre los trasnochadores donostiarras y los operarios de la Sociedad del Puerto de Pasajes, se promovió una cuestión, no nabemos por qué causa, y que poco después caí­a en el muelle con heridas de consideración el infeliz obrero llamado José Agustí­n Gabarain, en tanto que los expedicionarios se alejaban.

Las lamentaciones y gritos del herido llamaron la atención de los vecinos, quienes acudieron en en auxilio, dando aviso del estado en que hallaron a éste al juez municipal.

A las seis de la mañana, el agente de vigilancia Sebastián Martí­n (que –siempre tenemos grato placer en reconocerlo– se viene distinguiendo por sus excelentes servicios en aquel punto) acudió a la inspección de vigilancia del Gobierno civil de esta ciudad pidiendo, de orden del juez municipal, se procediera a la detención de El Santero, su criado Guillermo y la mujer que con ellos se hallaba en Pasajes.

A aquellas horas encontrábanse de regreso a su cesa los alegres expedicionarios, y todos fueron conducidos a Pasajes Ancho.

Parece que en aquel punto el herido designó como autor de las puñaladas recibidas al sirviente Guillermo del Rí­o, y así­ debió, con efecto, ser, pues que a las seis y media de la tarde regresaban en completa libertad El Santero y la mujer, y era detenido a disposición del juzgado de instrucción el criado, el cual durmió anoche en la prevención del Gobierno Civil, y será hoy interrogado por el juez de instrucción.

Guillermo del Rí­o es, con efecto, el agresor de José Agustí­n Gabarain, según este último lo ha declarado, habiéndole inferido con un arma blanca dos heridas de pronóstico reservado. Una de ellas en la ingle izquierda, la otra en la parte posterior del cuerpo.

El herido continuaba ayer tarde bastante postrado y sus heridas pueden tener complicaciones sensibles.

Hallámonos por consiguiente ante un delito que encuentra sus raí­ces en el vino. Si éste no se hubiera podido beber con tanta largueza a aquellas horas, no hubiese ocurrido este sangriento suceso.

Inútiles son los esfuerzos de los agentes cuando cumpliendo con su deber ordenan en vano se cierren los establecimientos de bebidas de Pasajes a la hora señalada por las ordenanzas municipales, si éstas no se hacen cumplir por las autoridades locales.

Hora es ya de que se ponga coto a estos abusos que se cometen en Pasajes y que han sido causa de cuantos incidentes venimos regristrando como ocurridos en aquel punto.

Y basta por hoy.