La Unión Vascongada, 1898-10-26
Está de Dios que este pueblo nuestro, esta pobre España ha de estar siempre en guerra con el resto del mundo. Guerras francas, abiertas, declaradas unas veces, en que los trastos de los otros vienen a herir nuestras cabezas y los nuestros van por rara casualidad o mala puntería de los directores de la cosa pública a herir en el vacío, y guerras sórdidas, mudas, calladas e hipócritas, pero de iguales o peores resultados que aquellas, pues que atentan también a la vida ya exigua de nuestra desgraciada nación; ello es que de todas partes llueven males a España, como si el mundo todo se hubiera coaligado para aniquilarnos. ¡Estamos tan debilitados!
Alimenta una infame nación guerras civiles en nuestra propia casa, para terciar más tarde en la contienda y con pretextos de humanidad saciar sus apetitos de expansión colonial, y cuando ya, perdido todo, fiamos sólo en las naciones que se titulan amigas, vuelven éstas la espalda, nos abandonan y tienden lazos opresores, que importan la desesperación y han de reducirnos a la nada.
¡Todos, todos haciendo leña del árbol español que yace en tierra!
Francia, nuestra vecina Francia, nuestra amiga, la en que todo fiamos, dispónese hoy a oír a dos señores que por ser millonarios, agiotistas y enemigos de ambos pueblos, quieren que nuestros vinos, la producción española por excelencia, se desechen.
No los quieren en sus mercados, y para ello acuden a su Gobierno en calidad de avisadores de males imaginarios, pidiendo gravámenes exorbitantes para nuestros caldos. Y serán escuchados y atendidos, ¿quién lo duda?
Regla general es que los Gobiernos, sin excepción, europeos, sacrifiquen a un pueblo, por atender a dos o tres de esos monstruosos acaparadores, y el Gobierno francés no escapa de esa regla.
¡No significa poco, para él, la voluntad de Perier de Larsan y Mr. Laygues, diputados del Medoc y del Midi, socios comanditarios, viticultores por más de veinte millones de francos anuales y una colección de zarandejas más!
Sus terrenos, los de los diputados, no pueden producir vinos superiores a 10 grados, a los cuales, como es natural, no pueden bautizar; los vinos españoles pasan todos de aquella graduación y por consiguiente preferidos son por los consumidores y exportadores franceses: España arruina a los dos propietarios, aunque hace gran favor, mucho favor, al resto del pueblo pues… ¿qué hacer? Elevar los derechos de siete francos que rozan actualmente los 100 litros, hasta 18, y así, no podremos mandarles ya más vino.
Esto es lo que han pedido y lo que es peor, que esperan conseguir.
Tomada en cuenta su proposición, hoy quizás son ley, y en este caso, nuestra ruina es completa.
No hace falta al ministro de Comercio de la vecina Francia mas que la publicación en el Diario Oficial de un simple decreto, la loi du cadenas se lo autoriza, para que el mercado francés se cierre a España, y a esto estaba dispuesto tan pronto como las Cámaras se abrieran.
Pasajes, que en lo que va de año ha exportado a Francia más de 600.000 hectólitros de vino, que constituye su principal industria, que sostiene almacenes e innumerables familias, quedará reducido a la miseria.
Castilla, Cataluña y la Rioja, cuyos vinos son menores de 14º salvo graduación, que con la nueva ley se podría exportar aunque en pequeña escala, no tendrían ya a donde mandarlos, pues que tampoco existen en España tratados de comercio favorables con otras naciones.
Solamente Aragón, que los produce de 14 grados en adelante, podría exportarlos. ¡Los demás a morir!
Y ahí va la demostración, aunque con muchos optimismos.
Supongamos que con la discreción de la Cámaras francesas el impuesto se eleva, en vez de 18 francos por los 100 litros como los proponentes quieren, 18 francos solamente, los vinos de diez á quince grados.
Como lo que se exporta no excede de 10 a 11 grados, resulta que tendría un aumento, el de 10º, de 6 francos por hectolitro; le de 11º, 3,56 francos; 2 francos el de 12º, y 0,45 el de 13º.
Únicamente el de 14º tendría un beneficio sobre el actual impuesto de 1,24 francos.
Pero este vino, como antes hemos dicho, sólo se produce en Aragón, de modo que con los del resto de la Península no se le puede hacer la competencia al vino francés.
Y aquí está la cosa: nuestro Gobierno no se ha enterado de ello y el conflicto que está encima le coge, como siempre, desprevenido.
Ayer se trabajó en Pasajes durante la noche para exportar, antes de que la proposición sea ley, todo el vino, posible; hoy… hoy, trabajando, sólo se espera el aviso de que ha sido implantada para cerrar los almacenes y echarnos todos a pedir.
Agustin Seco.