Los Tres Pasajes, nº 12, 1954
Se cuenta de un cierto cazador, veterano, pero un tanto despreocupado, una anécdota, graciosa e interesante. Algunos la conocerán, sin duda; pero como la cosa no sólo es para ellos, sino para todos los lectores de la revista, referiré de ella lo que sepa.
Se organizó, en cierta ocasión, una cacería de jabalíes, con todos sus detalles; tomando parte en ella buenos y renombrados tiradores; pero entre ellos hallábase también el veterano, pero novicio en jabalíes de nuestra historia.
A cada uno se le asignó un puesto de espera; pero después de permanecer varias horas en la misma posición, quien más ansiaba la presencia del jabalí, era el veterano novicio, que, a pesar de que los perreros o rastreros se pasearon por su puesto, no tuvo la suerte de ver pieza…
A lo lejos, se oyó un disparo, pensando todos, como es natural, en la suerte del afortunado por la conquista del trofeo.
Avisada por toques de corneta la retirada de los cazadores a su punto de partida, fueron llegando todos los qua formaron en la cacería.
Mas ocurrió que el disparo percibido fue en desgracia de un perrero, que, ataviado con la pelliza y demás atuendo, apareció entre ramajes frente a un puesto, y confundido por el que lo ocupaba, le descerrajó un tiro.
Por fin, llegó al lugar nuestro veterano; y viendo en el suelo algo tapado, sintió deseos de ver a la pieza cobrada. Levantó la manta y dijo: ¿Esto es un jabalí? Pues, de haberlo sabido, también: yo habría matado unos cuantos!
Kale