Los Tres Pasajes nº 6, 1948

El humor del pueblo pasaitarra siempre se patentizó en sus fiestas en las que el más sano optimismo hací­a que aquel barrio pequeño de Ancho marcase la pauta de la alegrí­a bullanguera propia del productor que se expansiona y disfruta de lo bien ganado.

En Ancho siempre se recordarán con alegre simpatí­a los festejos que antaño se celebraban en honor de nuestro Santo Patrón, como rememoramos los hijos del pueblo aquellas becerradas en el patio de la Cochera, cabalgata del Pasayako, aquellas verbenas en nuestra recién nacida Alameda, Chinada del Kabi-Chiki, las habilidades tauromáquicas de Monchel, Mocho, Garay, Amadeo, etc., las actividades de Lore Chorta. Y… ¿aquel encierro de burros? ¡Qué recuerdos más gratos de los tiempos de nuestra juventud ya algo lejana! Era el Pasajes sin divisiones en el que todos nos considerábamos como hermanos; y a mí­, la verdad me da mucha pena cuando llego a mi queridí­simo choko, cuna de toda mi familia, y me encuentro como gallina en corral ajeno; no conozco a casi nadie, ya que hubo en Ancho una gran repoblación, y vamos quedando pocos de aquellas familias tan netamente anchotarras de los Zala, Elizalde, Velasco, Salgado, Unanue, Zuloaga, Garbizu, etc. etc. que fueron los primeros pobladores de los terrenos arracandos al mar en sus marismas de la parte Sur de nuestra sin par bahí­a.

¿Quién no recuerda al pobre Shantus Pitus (q.e.g.e.) en sus múltiples ocupaciones en nuestro barrio? Jaime, Mosho, Penca, etc. ¿os acordáis de nuestras travesuras con la burra de Shantus, en mi patio?… ¿Cuál de los muchachos de nuestra época no montó sobre sus tortuosos lomos? (Yo conservo, todaví­a, señales de una de sus “simpáticas” coces.) ¡Cuántos azotes recibirí­amos por bañarnos en la Marea Alta! Y a nuestros maestros D. Lucio, D. José, D. Joaquí­n y D. Antolí­n ¡cuánto no les habremos hecho rabiar con nuestras “piparras”! A uno de ellos, D. Antolí­n Muelas, quiero dedicarle capí­tulo aparte por su gran actuación en la enseñanza local y al que creo debemos un gran reconocimiento una multitud de anchotarras, ya que fue, con perdón de sus antecesores, el maestro que Ancho necesitaba: recto, enérgico, justo y bueno; en su larga estancia en nuestra escuela se hizo querer por nuestro padres y temer y respetar por nosotros. Fué, en suma, un gran maestro, al cual debemos un homenaje por su gran labor, idea ésta que os brindo, amigos Ayestarán, Lores, Sinisterra, Urtasun, Berdasco… toda vez que le debemos mucho de lo que somos.

Un recuerdo muy cariñoso para nuestro paternal párroco, D. Francisco, y para aquel celoso coadjutor, D. Gelasio, gran educador de juventudes.
Bueno, queridos anchotarras: supongo que me esperaréis, como todos los años, a la sokamuturra.

A. G. Machain