Los Tres Pasajes, nº 17, 1959

En la alegrí­a de los “sanfermines”
La más antigua de las cuatro que actualmente existen en Ancho

De unos años a esta parte, las fiestas del distrito de Ancho han experimentado una importantí­sima inyección de alegrí­a popular con la aparición en el panorama local de las ya famosas «peñas», hermanas en juventud, entusiasmo y humor de las que en idéntica ocasión y con parecida finalidad existen en Pamplona.
Cuatro son las «peñas» que con el tí­tulo y empuje de tales actúan actualmente en las calles anchotarras, y son conocidas por la denominación de «Molinao», «Goyerri» «La Bodega» y «Elorza» nombres los tres últimos de los bares de la localidad que respectivamente las patrocinan y subvencionan; el de la primera recuerda al pintoresco barrio anchotarra de donde son la inmensa parte de los elementos que la componen, y representa, a su vez, al «Romeral Pequeño».

De las cuatro, la más antigua es la «Peña Molinao», cuyo primer sí­ntoma de existencia fue advertido durante los «sanfermines» de 1.953, es decir, ahora hace seis años.
Reunidos con tal finalidad –bajo el común denominador de su desbordante entusiasmo y del amor por su pueblo y por su barrio– decidieron varios jóvenes de éste la confección de una carroza que recorriera las calles anchotarras durante las fiestas patronales de aquel año.
En aquel grupo, bastante numeroso, figuraban, por ejemplo, Bernardo Laboreria, Luis Gómez y su hermano Julián, Francisco Otaola, Manuel Beratarbide, Ignacio Santos, Florentino y Angel Burutarán, Satur y José Berasategui, Ignacio Errandonea, José Brosa, Angel Fernández, Félix Merino, Domingo, José y Lázaro Aramburu, Agustí­n Domí­nguez, Clemente Campano, José Marí­a Madina, Juanito Arza y acaso algún otro que, involuntariamente desde luego, nos hayamos dejado en el tintero.

Aunque, efectivamente, suele ser el entusiasmo el verdadero motor de todas las empresas –a mayor importancia del objeto perseguido, mayor entusiasmo– es lo cierto, así­ mismo, que a éste suele hacerle falta para salir adelante algo muy importante también: dinero. Y los mozos de nuestra presente historia hubieron de echar mano al bolsillo respectivo para aportar al fondo común lo que buenamente podí­a cada uno. Por aquel entonces, no tení­an ayuda económica de nadie; ni siquiera podí­an contar con la subvención municipal que posteriormente vienen recibiendo.
La carroza en proyecto tendrí­a un motivo vasco. Uno de los reunidos, Bernardo Laborerí­a, verdadero artista enciclopédico, se encargó de diseñarla: representaba un caserí­o, con sus inquilinos, ella hilando, él con su pipa, y los dos hijos del matrimonio.

Ni que decir tiene que aquella primera carroza de la «Peña Molinao» –hecha de madera y cartón y que recorrió las calles de Ancho el 7 de Julio de 1.953– fue un verdadero suceso en el pueblo, que aplaudió a rabiar semejante original audacia, tantas veces remedada luego por unos y otros dentro y fuera de Pasajes…
Pero en aquel éxito colaboró, justo es decirlo, todo el vecindario del barrio, poniendo cada cual lo que creí­a que podí­a proporcionar al caserí­o que la carroza representaba un ambiente y un carácter mayores con la aportación de un siempre interesante detalle complementario. Los conocidos industriales transportistas del barrio hermanos Grijalbo, contagiados del entusiasmo general, comenzaron por poner a la disposición de los organizadores uno de sus mejores camiones, así­ como el garaje de su propiedad. Después, hubo quién aportó unos tiestos; quién, una jaula con pájaro y todo; quién, un orinal (con perdón), sillas, una escoba, cazuelas… En aquella cocina vasca no faltó el menor detalle, gracias al concurso del vecindario de Molinao que colaboró con unanimidad entusiasta en la original iniciativa de su no menos entusiasta «mocina».
Pero esta colaboración alcanzó asimismo a todo el complemento exterior de la carroza, en torno de la cual se reunieron “caseros” y “neskas”en abundancia que con sus acordeones, sus “irrintzis”,etc, improvisaron un estupendo”kale-jira” . Justamente, aquel mismo año, el Grupo de Montañeros Jaizkibel preparó una romerí­a vasca, y a ella se unieron los elementos todos de la carroza de la Peña Molinao, proporcionándola de este modo más amplitud y más carácter y colorida.

Ante el éxito incuestionable de su primera salida, la “peña” se dedicó a repetir al año siguiente el experimento de su carroza, facilitando para el objeto los hermanos Arrieta, del caserí­o “Chipres”, uno de sus carros de bueyes, previa y adecuadamente adornado por los casados del barrio.
Nuevamente entraron en acción el arte del polifacético Laborerí­a –dibujante, pintor, carpintero, albañil y electricista, todo en una pieza– y la laboriosidad y buena voluntad de los Gómez, Otaola, Beratarbide, Aramburu, Brosa, Fernández, Merino, etc, etc.
Después de muchas horas de esfuerzo, surgió, airosa y artí­stica, tal como ellos la habí­an soñado, la carroza. Pero en las ví­speras mismas del festejo con tanta ilusión preparado, se encapotó el cielo y cayó una descomunal tormenta que dio al traste con todo; mojándose y abarquillándose el cartón, corriéndose las pinturas y llevando a cuantos habí­an colaborado en la obra el desánimo propio de todo fracaso. Como que muchos, impotentes de luchar contra aquella adversidad meteorológica, vertieron abundante y sincerí­simas lagrimas a cuenta de su mala suerte y del inútil esfuerzo efectuado…
Pasó la tormenta, renació la calma… y el tesón de la Peña Molinao, con la seguridad de que la buena disposición del teniente de alcalde del distrito, señor Ribate –de grata memoria– las respaldaba a los efectos «financieros», hizo el resto. Y la carroza salió, repitiéndose el éxito del año precedente.
Aquellos, sanfermines» de 1954, la peña, además, contó con la cooperación total, entusiasta y desinteresada, del popularí­simo convecino Enrique Arzac (q. e. p. d.) y su famosa burra «Lolita», ganadora de varios concursos. La presencia del simpático animal y de su ocurrente dueño, precediendo, a manera de heraldo, al bullicioso festejo, contribuyó a dar a éste un nuevo y original aliciente: Alguien, creemos que fue el propio don Pascual Ribate, propuso proporcionar a Enrique Arzac una docena de puros, si se sentí­a capaz de ir fumándoselos, uno tras otro, durante todo el recorrido. Aceptada la porfí­a, Enrique Arzac tuvo en todo momento un puro encendido en la boca durante las dos o tres horas que invirtió la carroza de la Peña Molinao en dar toda la vuelta al distrito de Ancho. Con lo cual estableció una marca difí­cilmente superable. Sencillo, bienhumorado, ocurrente, Enrique Arzac Iraola fue siempre –hasta el momento de su fallecimiento, ocurrido, de manera impensada, el 6 de Septiembre del año pasado a la edad de 62 años– un desinteresado y eficací­simo colaborador de la «peña», siendo su desaparición honda y sinceramente sentida no sólo en Molinao sino en todo el distrito de Ancho, donde era muy conocido y apreciado.

Independientemente de este festejo de la carroza, que no ha dejado de organizar ya ningún año, la Peña Molinao tiene a su cargo, como tal peña, una misión colectiva y bulliciosa que rivaliza en dinamismo y alegrí­a con todas las demás citadas al principio y que contribuye a dar, durante las fiestas patronales de este distrito, un aspecto de animación desusada que mucho se parece al que proporciona a las calles de Pamplona la presencia de las famosas «cuadrillas» de los mozos.
Con ocasión de la festividad de Santo Domingo de Guzmán, patrón del barrio de Molinao –4 de Agosto– esta peña es la encargada, igualmente, de organizar unos animadí­simos programas de fiestas, a cuya variedad y esplendor contribuyen, con su aportación pecuniaria, el vecindario todo, así­ como algunas importantes firmas industriales y casi todos los bares de la localidad.
Pasatiempos de gran hilaridad, como el de «la chocolatada»; actuación de reputados «bertsolaris»; concursos populares, como el del juego de la “toka”, baile a lo suelto, carreras de cintas y otros números más de análoga solera suelen figurar todos los años en estos animados programas patronales de Molinao.
En la misma fecha han solido actuar, igualmente, los notabilí­simos ejecutantes de bailes vascos hermanos Sarriegui, de Hernani; los formidables acordeonistas Rosita Ortega y Luis Echeverrí­a; las señoritas de Acción Católica, con sus danzas del Paí­s; la Coral Pasaitarra, dirigida, por deferencia hacia sus convecinos, por don Jesús Grijalbo, hijo del barrio; e hí­zolo igualmente durante dos años consecutivos, causando las delicias de los muchos admiradores que tení­a en Pasajes, aquel formidable humorista y gran actor donostiarra que fue Gregario Beorlegui, recientemente fallecido…

Muchas cosas más podrí­amos decir de la simpática «Peña Molinao»; pero se nos ha alargado tan desmesuradamente el presente reportaje, que la dirección de LOS TRES PASAJES –estamos convencidos de ello– nos va a largar el rapapolvo del siglo en cuanto vea las cuartillas que vamos a entregarle. Por eso, hemos de dejarlas para otra vez, que ocasión habrá, si Dios da salud a los componentes de la «peña» y a nosotros.