Los Tres Pasajes, nº 19 1961

He aquí­ una foto evocadora del antiguo mercado anchotarra, en la que aparecen algunas de las principales protagonistas del cotidiano regateo de las respectivas mercancí­as. En el distrito terrí­cola de nuestra Villa especialmente, las más de ellas siguen disfrutando de una popularidad bien ganada, obra de años y años dedicados a facilitar al prójimo el condumio, ineludible necesidad de todos, pero entonces y ahora y siempre problema verdaderamente grave para el que compra; que para el que vende… con serlo, no lo es tanto. Supongamos, por ejemplo, que se venden patatas y tomates. Llegando el término de la jornada se hace el balance. ¿Qué? ¿Se ha vendido poco y ha sobrado mucho? Pues .. se come uno lo sobrante, y en paz El caso es comer todos los dí­as; no en balde pedimos en nuestras oraciones por «el pan nuestro»; y si el pan viene acompañado de un trozo de carne, de chorizo o de tocino, ponemos por ejemplo, infinitamente mejor…

Volvamos al tema de la presente foto, que, en opinión de algunos entendidos, tiene muy cerca del medio siglo. Parece que estamos viendo lo que ocurrió aquel dí­a… Era, seguramente, un sábado, que entonces, como ahora, habí­a que comprar para dos dí­as. Sin duda se habí­a vendido bien toda aquella mañana: por eso tienen todas las personas que en la misma aparecen muy buena cara, cara de satisfacción y contento; es decir, que los negocios marchaban bien. En esto apareció un fotógrafo; un fotógrafo ambulante, de esos que impresionan una placa a salto de mata.
–¿Qué, señoras mí­as –les dirí­a, acaso en vascuence–; hacemos un retrato? El tiempo está indicadí­simo y parece que todas ustedes tienen muy buena cara…
¡Qué gran psicólogo aquel fotógrafo ambulante! Y se salió con la suya.

En esta foto sólo hay un hombre: Joshé Albisu, carnicero popularí­simo, hace todaví­a poco fallecido, a quien en todo Pasajes se conocí­a por el nombre de «Rexil». No tuvo a desdoro figurar como «el único varón sobre la tierra» en el documento gráfico obtenido aquella memorable mañana; y es que la bravura se puede demostrar de mil diversas maneras…
Tras este pequeño exordio, ¿queréis que vayamos pasando revista a las figuras del retrato? Estamos convencidos de que más de uno de nuestros lectores, máxime si es lectora, estará deseando saberlo. Puede seguirnos, pues, de izquierda a derecha:

Y mal empezamos, puesto que de ella sólo hemos podido recordar el nombre. Se llamaba –porque la pobre falleció — Petra. Viví­a en las proximidades del estanco del camino de Molinao y vendí­a caramelos. Ya mayor y sin más familia, se fue a vivir con una sobrina que tení­a en Irún, y en esta fronteriza localidad debió de morir.

Al lado de la anterior se halla Filomena Rey, madre de Amadeo Labarta, jugador de fútbol que fue, conocidí­simo, y actual conserje del Campo Municipal de Atocha. Filomena, que se quedó muy pronto viuda, hubo de recurrir para sacar adelante a sus hijos a la venta de verduras, legumbres y fruta.

Sigue a la anterior la charcutera Marí­a Achúcarro. Y luego, Marí­a Ormazábal Sánchez, madre del que fue querido amigo nuestro y anunciante de Los Tres Pasajes, Tomás Echeveste, y hermana de la viuda de aquel otro buen amigo que fue Pascual Ribate, industrial acreditado y teniente de alcalde del distrito de Ancho hace todaví­a muy pocos años.

Detrás de Marí­a Ormazábal, la carnicera Agapita Aizpúrua, a cuyo lado aparece Joshé Albisu (Rexil). Y más allá, sucesivamente:

Marí­a Ceberio de Bretos, hermana polí­tica de otro distinguido amigo, don Jesús Garmendia, ex-alcalde de Pasajes; esta señora tení­a en el mercado antiguo un puesto de frutas. Y Manoli Arí­stegui, vendedora de pescado.

Por último, sentada, Josefa Esnaola, esposa del veterano funcionario municipal, ya jubilado, don Juan Maiza. Por «Joshepa, la de Maiza» la conocí­a todo el mundo cuando tení­a en el mercado un puesto de leche, y la sigue conociendo todaví­a. Tales son las nueve personas que figuran en esta foto; todas las cuales, salvo dos –Petra la caramelera y «Rexil» el carnicero– viven aún, y que sea por muchos años.