Pasajes nº 8, 1934

Magní­fico campo de experimentación para una polí­tica municipalista bien encauzada y exponente elocuente de la necesidad de nuevas normas en la vida de los pueblos, son realidades destacadas que nuestra villa proyecta a un investigador perspicaz.

La especial configuración topográfica de Pasajes, tres barrios de caracterí­sticas bien distintas; y la afinidad de uno de ellos, Ancho, con una parte de Alza además de otras consideraciones de enjundia principalí­sima, obligan a un detenido estudio acerca del futuro de nuestro pueblo.

Quisiera yo, al tratar de aportar mi modesta opinión al acervo común de los que así­ mismo se preocupan de estos problemas, que no se viese en ello otro afán que el meramente objetivo y sobre todo, esencialmente desapasionado.

Conviene destacarlo en particular cuando se tratan temas que, como el actual, pecan de escabrosos y de “tabú” para algunos espí­ritus pusilánimes. Mi juventud, además, me inmuniza contra posibles crí­ticas por mi excesiva decisión y audacia.

Y entrando ya en materia, desarrollemos el argumento de nuestro artí­culo en una rápida visión panorámica, siguiendo la sutil lí­nea de nuestros pensamientos.

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Pasajes de San Juan, guardador fiel de cuanto significar pueda recuerdos históricos, gestas memorables, nombres heroicos o hechos evocadores, es un barrio de vida industrial limitada. Besado por el mar, en ese acariciar poético y veneciano, tan sentimentalmente melancólico en los atardeceres crepusculares del invierno y un alegre y vivificador en la primavera, rodeado, como guardián milenario por la montaña del Jaizquí­bel, madre amorosa que le cobija de las furias cantábricas; sin relaciones modernas de comunicación que posibiliten un crecimiento progresivo de la vida productora y, sobre todo, sin base de ensanchamiento para futuras instalaciones industriales, no puede constituir dentro del porvenir común del puerto pasaitarra, ninguna realidad práctica. Entendámonos. La demarcación territorial de Pasajes de San Juan, sin perjuicio de que permita la instalación de modernas factorí­as, en el aspecto comercial o por mejor decir de tráfico –que es el que caracteriza a los puertos– no admite posibilidad de realizaciones productoras próximas.

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La vida de Pasajes de San Pedro se caracteriza principalmente por su gran movimiento pesquero y sus derivaciones industriales, los talleres mecánicos de construcción y reparación.

Aún no siendo más que por esto, el auge rápido del nuevo San Pedro, triplicado en escasí­simos años, patentiza unas magní­ficas perspectivas comerciales. Pero aparte de esta gran industria generadora que es la pesca y que a tantas otras industrias abarca, dando motivo para otras manifestaciones productoras, Pasajes de San Pedro, de recio abolengo marí­timo en lo que a construcción de barcos se refiere, puede y debe ocupar lugar preeminentí­simo en esta modalidad constructora.

Lástima que la proximidad de Bilbao con sus factorí­as modelo desplacen totalmente la idea de unos astilleros en Pasajes, continuadores de aquellos que obtuvieron renombre universal; pero que no obstante admiten la realidad de unos talleres de reparación modernos, reclamados por una necesidad evidente.

Este barrio pasaitarra está llamado, principalmente, a ser eso. Eminentemente pesquero y progresivamente industrial. Dos pilares que, por sí­ solos, garantizan vida próspera y activa.

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Pasajes Ancho, el nuevo barrio pasaitarra, producto de las necesidades del puerto, cuyo crecimiento es parejo a éste desde su aspecto primario cuando se iniciaba el relleno del estuario hasta nuestros dí­as en que su actividad está vinculada a la progresiva labor del mismo, es sin duda alguna quien mejor emplazado se encuentra para las necesidades del nuevo Pasajes que ansiamos.

Los medios de transporte para el interior, ferrocarriles y carreteras; la proximidad a la capital guipuzcoana y a la frontera francesa, y el movimiento que se apareja a toda manifestación comercial, dan una impresión de constante dinamismo y de laboriosidad a este barrio pasaitarra.

Pero Pasajes Ancho adolece de un defecto principal y esencialí­simo. Carece de terrenos, porque los que le pertenecen son, en casi su totalidad, producto del relleno de las antiguas marismas. Y son escasí­simos en atención a las necesidades próximas del nuevo puerto.

Alza, que rodea como un cordón a Ancho, sí­ los tiene. Por otra parte, el enorme impulso que ha conseguido esta parte de Alza que se inicia desde Buenavista hasta el barrio de Molinao obedece, exclusivamente, al crecimiento paralelo de la vida industrial y comercial de Pasajes. Admitiremos, en consecuencia, que bien por tradición antigua, por tí­tulos de propiedad o de concesión o porque legajos antiguos lo atestigí¼en, Buenavista y toda la calle Carretera de la parte del monte, pertenecen a la villa de Alza, pero frente a ello, mirando las cosas bajo el prisma práctico y moderno a que estamos acostumbrados.

¿Podrí­amos sustraernos a la realidad que proclama que todas las manifestaciones de vitalidad de este barrio alzatarra son esencialmente pasaitarras?

Evidentemente que no.

Y si se observa el problema con un criterio ecléctico encontraremos injusto a todas luces que una demarcación municipal esté señalada por una misma carretera que separa a ambos lados los derechos de una u otra villa sobre los terrenos correspondientes.

No fuera ello de por sí­ tan lamentable si el corolario consecuente de las tiranteces municipales no hace aun mucho tiempo registradas, no señalase en este problema un hasta cierto punto, problema de incomprensión. ¿Por qué se quiere algo más absurdo que pagar derechos municipales por una mercancí­a adquirida a tres metros de la casa donde uno habita?

En el Pasajes del futuro creemos y esperamos que esto será solventado para bien de todos. Porque aun ignorando toda la envergadura que pudiese alcanzar el movimiento comercial de Pasajes, todo hace supuner que, por lo menos, aumentará notablemente al actual.

Parecerá acaso un poco difí­cil conseguir esta anexión. Pero cosas más difí­ciles se han hecho y esto no está fuera del lí­mite a que pueden aspirar un afán de comprensión por ambas partes y una elevación de miras.

Lo señalo yo como uno de los fundamentales problemas a que tenemos obligación de dar solución. Y al manifestar mi opinión decididamente partidaria de una anexión rápida, no quisiera que nadie viese en ello un motivo para molestarse, o un ataque a su sensibilidad. Me dirijo, claro está, a los hiperestésicos.

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Una necesidad apremiante en la actualidad y una práctica consecución para el futuro, colocan, en plano principalí­simo como problema pendiente de solución, el de la vivienda.

Problema que, en Pasajes, no tiene justificación. Porque si la actualidad de la población pasaitarra exige más habitaciones donde acomodarse, las perspectivas del futuro acusan a un somero observador, una promesa magní­fica y sobre todo, una realidad práctica para la inversión del capital necesario.

Existiendo solares abundantes, estando previamente garantizada la ocupación de las viviendas,, ¿qué más garantí­a podrí­a exigir un presunto constructor?

Pero ateniéndonos a nuestra mira, si bien consignamos claramente nuestra estupefacción ante la extraña actitud de quienes, en su propio provecho, debieran haberse percatado de su misión, habremos de dirigirnos principalmente a los representantes municipales, señalándoles esta necesidad.

Su solución, acaso un poco atrevida pero no exenta de experiencias y de realidades que la han acreditado, serí­a la construcción de grupos de casas económicas, sanas y bien acondicionadas.

Casas que inclusive podrí­a acometer el Ayuntamiento su construcción, previo un detenido estudio en el que se viese la ayuda que podrí­an aportar, como a otros sitios han aportado, el Estado Español o la Diputación de Guipúzcoa.

La vivienda, que en pueblos de vida lánguida y limitada no precisa de nuevas orientaciones, en el nuestro, de inquietudes tan constantes, exige una solución rápida.

Solución que puede abrir nuevas perspectivas para la vida municipal tan virgen de toda clase de ensayos marcadamente emprendedores o municipalistas.

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No es desgraciadamente esto solo lo que necesita de una solución más en armoní­a con los tiempos prácticos en que vivimos y más en consonancia, principalmente, con las necesidades del aspecto vital de nuestro pueblo.

Existe también un viejo problema, que yo ahora resurjo solamente de una manera rápida, y sobre el que se ha tratado desde hace bastante tiempo.

Es el aspecto de la distribución judicial y administrativa de nuestra villa.

Pero claro está, el tratar de ello podrí­a acarrearme, por parte de quienes no saben elevar los problemas colectivos por encima de los afanes partidistas, una censura y una diatriba.

Un elemental sentido de comprensión de los que representa la revista PASAJES, para la que van dedicadas estas lí­neas, me veda el desarrollo de mi criterio sobre este asunto.

Señalará no obstante, y confí­o que en ello nadie vea el menor asomo de polémica, una necesidad de nuevas normas en cl desenvolvimiento de nuestro pueblo, buscando, principalmente, la conveniencia común de cuantos en él habitamos.

La solución acertada de estos puntos que destacamos, piedras de toque para la polí­tica municipalista que preconizamos, honrarí­an y enaltecerí­an a quien supiese solucionarlas.

Y sin fijarse en personalismos, seguro estoy de que el pueblo de Pasajes sabrí­a premiar con su aplauso y su adhesión sincera a quien lo consiguiere, de la misma manera que yo habrí­a de hacerlo.

Félix Miguélez Larzabal