Pasaia Gaur nº 10, 1978

Ya viene San Fermí­n y con él las fiestas, pero las fiestas ¿para quién?

Cuando hay vacaciones para los demás, el ama de casa trabaja doble; los niños están en casa, el marido también… pero cuando llegan las fiestas, la cosa se complica aún más; que si vienen los parientes de tal sitio, los sobrinos de tal otro, encima con tanto ruido no se puede dormir y con tanta gente no se puede dar un paso.

O sea, que las fiestas del pueblo son tales para algunos del mismo y para muchos de fuera, pero no para las mujeres.

En la preparación de ellas, también se nota esta discriminación. ¿A quiénes se llama para organizarlas? A los únicos que tienen experiencia en esto, a las sociedades, que en su mayorí­a son gastronómicas o deportivas y compuestas exclusivamente por hombres, llegándose en alguna a NO ADMITIR mujeres. En las sociedades, los hombres se juntan, hablan, comen… para llenar sus ratos de ocio y relacionarse.

¿Por qué no hay sociedades de mujeres? Porque ocupándose de una casa no tienen “ratos de ocio”. Las mujeres que, como se suele decir, “no trabajan”, no se pueden ir de jota por ahí­ con las amigas más que muy de vez en cuando, y esto si el marido lo tolera.

O sea que las fiestas, ni hechas por mujeres ni para mujeres. Y el resultado se nota. Además, como este protagonismo exclusivo del hombre no es de ahora, la preponderancia de los valores masculinos está presente en nuestros juegos y deportes, como en toda cultura patriarcal, a pesar de la especial fuerza que en algún tiempo tuvo el matriarcado en Euskal Herria.

Así­, en nuestros juegos rurales, se valoran sobre todo, la fuerza fí­sica, la capacidad de comer de beber, la agresividad, la competitividad, etc. considerados por nuestra sociedad como valores masculinos y superiores a los considerados como femeninos, es decir, la delicadeza, la dulzura, la humildad…

Hoy en dí­a, parece que nadie puede concebir unas fiestas sin correr delante de unos animales y así­ demostrarse y demostrar que se es muy valiente o sin mirar cómo corren los demás y regocijarse cuando el animal tira a algunos, y éstos caen sobre otros, y se arma así­ el gran follón.

¿Qué serí­an las fiestas sin alcohol? La gente “necesita” emborracharse para saltar, bailar y, en suma, divertirse… y después pelearse con aquel con el que los serenos no se atreven.

Por otro lado, parece que es el colmo de la diversión ver cómo se pelean dos carneros, cómo les cuesta a los mozos del pueblo partirle e! cuello previamente lleno de sebo, a un ganso, cómo sufre una pareja de bueyes arrastrando una mole de piedra, cómo se golpean dos hombres (y si so mujeres, mejor) para ganarse unas perras, y… ¡Que se arreen bien, que para eso se paga!

Llegamos a la conclusión de que desde aquellos tiempos de los circos romanos, no hemos avanzad demasiado.

La violencia es a veces necesaria, pero creemos que solamente cuando es el único camino efectivo para librarnos de la que ejercen sobre nosotros… pero gozar viendo sufrir a inocente nos parece que es una herencia bárbara que deberí­amos rechazar a medida que la capacidad intelectual de nuestra especie aumenta.

Nosotras, feministas, cuando hablamos de la liberación de la mujer, jamás pensamos que nuestro fin es “la igualdad con el hombre”. No le concedemos importancia a la fuerza fí­sica, sino fundamentalmente a la mental. No nos gusta la agresividad, ni ver sufrir, ni que nuestras hijas e hijos se eduquen en una apologí­a de la violencia. Queremos desarrollar la afectividad hacia las personas y el resto de la naturaleza, el espí­ritu de de liberación y no el de competencia.

No queremos pisar a los demás, pero tampoco que nos pisen. Si es para defendernos, utilizaremos la violencia, pero la justa, la necesaria, sin hace de su uso una compensación a nuestro sentimiento de impotencia; impotencia para amar, impotencia para expresarse, impotencia para estar satisfecho de uno mismo.

Realmente, viendo los valores que los hombre ensalzan, no queremos ser como ellos. No queremos llenarnos de alcohol, ni en fiestas ni fuera de ellas, para demostrar que «aguantamos como el que más»; no queremos dedicarnos al boxeo ni demás espectáculos brutales y competitivos.

En estas fiestas y en todas, procuraremos divertirnos sin dejar de ser nosotras. Procuraremos crear un ambiente no agresivo, sensible y alegre.

Grupo Feminista de Pasai Antxo